La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El agua anega Las Bajuras

Tres ganaderías de Ribadedeva denuncian la merma de sus terrenos por las continuas inundaciones, que agrava la canalización de la autovía

Un vecino, cruzando un camino anegado en la zona hace unos días.

Cuando Álvaro García González tenía 16 años, su familia plantaba con maíz todas las tierras que poseía en Las Bajuras de Pimiango para alimentar a su ganado durante el invierno. Otros dos empresarios del sector, y del mismo pueblo, hacían lo propio en este inmenso lugar que, una vez recogido el grano, sembraban con vallico. Era cuando la ería de esta localidad de Ribadedeva estaba formada por tierras aptas para el cultivo.

“Ahora no podemos ni entrar a limpiar porque el agua ha ido convirtiéndolo todo en una ciénaga. Entrar con el tractor significa que, en algún momento, alguien tendrá que venir a sacarte porque, entre el barro y el agua, se hunde. Sembrar es inviable y poco a poco nos estamos quedando sin nuestro patrimonio, sin que nadie haga nada por evitarlo”, se lamenta el joven ganadero.

García González es el portavoz de las tres ganaderías que están afectadas por las inundaciones que sufre esta zona del municipio de Ribadedeva. Y da muchos detalles.

Álvaro García González, enterrado junto a su tractor en la ciénaga que forma el agua en su parcela

“Por esta parte discurre un riachuelo que empieza en El Peral y acaba desembocando en el mar, en El Curtido, y que discurre paralelo a la zona afectada, justo entre ambas localizaciones. Hasta este cauce baja el agua de Pimiango (al Norte) y, desde que hicieron la autovía del Cantábrico, también el de toda esa zona (al Sur). Nunca lo han limpiado y al llegar al mar por el tubo no desagua como debería, así que las aguas se van acumulando. Dicen que es por las mareas, pero no es cierto. Siempre hubo mareas y esto no sucedía. Y también dicen que es por la época de lluvias, y eso también es mentira. A veces estamos tres veces sin llover fuerte y de aquí el agua nunca se va. Lo que pasa es que esto está abandonado desde hace tiempo”, se queja.

El joven ganadero, de 38 años, recuerda cómo antiguamente esta zona era una llanura con la que poco a poco se fueron haciendo “con mucho esfuerzo” los campesinos, comprándola como inversión para sus explotaciones.

“Esto es el patrimonio que me ha dejado mi padre, ocupa casi cinco campos de fútbol y la mitad no lo puedo trabajar. Es horrible y frustrante”, protesta.

Tanto García como el resto de los ganaderos han ido con sus quejas al Ayuntamiento de Ribadedeva, desde donde, según cuentan, les remiten a la Confederación Hidrográfica del Cantábrico. “A nosotros nos da igual quiénes tengan competencias en la zona, estamos cansados de pedir a unos y a otros y que no nos hagan caso”, les reprocha. “Yo no pongo en duda la predisposición de nadie, pero lo único que tenemos son buenas palabras y una tierra para labrar cada vez más pequeña. Aquí no funciona nada”, insiste.

“¿Por qué nosotros tenemos que permitir que una finca buena, llana, tractorable entera, tenga cada día más agua? Mi padre se gastó un dinero importante en hacer zanjas para encauzar los arroyos pequeños que discurrían por su propiedad, se cavaron tres metros de profundidad y se adecuó. Lo hizo él porque era su finca y quería tenerla en orden. Pero ahora su trabajo, su inversión, no vale nada”, se queja.

Pero no solo las parcelas se inundan, “el camino de acceso a parte del pueblo se vuelve intransitable. Y si un día tiene que pasar una ambulancia, cuando eso sucede no podrá, y entonces vendrán las lamentaciones”, advierte.

Compartir el artículo

stats