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Tito Bustillo inicia la temporada de visitas y reabre el debate sobre los cupos de acceso

Las condiciones de la cueva deberían monitorizarse con medidores de humedad y temperatura para controlar la entrada, plantea uno de los guías

Arriba, los visitantes Pedro Villa y Sara González, con el guía Santiago Calleja. A la derecha, Celia Van Berkum, se somete a la desinfección previa al acceso. | E.S.R.

Lo ideal para garantizar el futuro de las pinturas rupestres de la cueva de Tito Bustillo sería “estudiar la caverna ambientalmente” y determinar, según los resultados, el número de visitantes diarios, en lugar de tener un cupo fijado como norma general. Lo apunta uno de los guardas y guías de la caverna, Santiago Calleja, que ayer recibía a los primeros visitantes de la temporada 2021.

“Sería interesante tener medidores funcionando porque la cueva y sus características diarias te pueden decir el número de personas que admite”, abunda. De ese modo, “podría suceder que un día, aunque haya previstas 150 personas, con la entrada de los primeros 70 visitantes haya que cortar las entradas”. Eso, “implicaría una labor de información muy importante por parte de la Administración” para educar a la ciudadanía y admitir que el acceso a la cueva está sujeta a las condiciones de la misma.

Los datos de cuántos pueden pasar lo darían medidores que controlen la temperatura o la humedad. “Llegados a unos determinados baremos, si cortamos, no se alterarían significativamente las condiciones ambientales del interior. Si no cuidamos esto, dentro de 50 años tal vez no pueda entrar nadie a ver las pinturas. Pero si logramos un equilibrio entre la preservación y la divulgación, estaríamos quizás garantizándolo”, defiende el guía.

Tito Bustillo inicia la temporada de visitas y reabre el debate sobre los cupos de acceso

Este año las pinturas han notado que el pasado 2020 hubo un descenso en las visitas debido a la limitación de aforos que impuso la crisis sanitaria. “Cada cueva tiene una forma distinta en función de las condiciones del exterior, algunos días las paredes ‘sudan’ si entra mucha gente. Otras veces, en el área del entronque, una zona amplia antes de llegar a las pinturas, se puede ver neblina. El año pasado no la hubo”, subraya el guarda. “Eso es por cómo respira la cueva en función de la temperatura exterior y la interior. Nuestra presencia es negativa porque generamos calor y anhídrido carbónico, aunque la cueva ventila, lo que tenemos que intentar es lograr el equilibrio para que nuestra presencia no altere demasiado las condiciones ambientales”, insiste. La cueva notó el descenso de público del pasado año. “Se ve, pero no podemos concretarlo porque no existen esos medidores, lo que nos impide establecer criterios”, dice.

Ayer, en la entrada prevista para las once de la mañana, únicamente había dos visitantes, Pedro Villa y Sara González, dos extremeños afincados en Avín (Onís). “No pudimos venir en 2020 por motivos laborales y este año, en enero, compramos en la web las entradas para que no nos sucediera lo mismo”. A la salida, celebraban “lo maravilloso de las pinturas” y “lo increíble de que se conserven de esta forma, que pudieran pintar a oscuras, con aquellos medios que tenían, resulta asombroso realmente”, explicaron.

El relevo lo tomaron en la segunda tanda de visitas, a las 12:30 horas, Tomás Bobes y Celia Van Berkum, dos holandeses que viven en Triongo y consideran que “hay que conocer el origen de todo y descubrir la cultura que tenemos cerca”. Por eso consideran “Tito Bustillo un imprescindible” en la comarca oriental que habría que visitar, al menos, una vez en la vida. Junto a ellos accedían dos riosellanos, Marina Fernández y Avelino Rosete, que entraron “hace unos cuantos años y tenía ganas de rememorar lo preciosa que es” la cueva riosellana.

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