Una librería de Infiesto cumple 60 años con una curiosa oferta: libros, juguetes y hasta electrodomésticos

"Antes se miraba por lo que no había en el pueblo y se vendía lo que les hacía falta a los vecinos. Ahora continuamos haciéndolo", explican los dueños

Por la izquierda, José Ángel Mayor e Iván González, suegro y yerno que forman parte de la historia de la librería  Rima, en Infiesto.

Por la izquierda, José Ángel Mayor e Iván González, suegro y yerno que forman parte de la historia de la librería Rima, en Infiesto. / J. Quince

J.Quince

Corría el año 1962 cuando dos amigas y vecinas de Infiesto, María Luisa Riego y Amparo De Dios, decidieron emprender juntas un negocio en la capital piloñesa. En un pueblo alejado de las ciudades céntricas de la región, donde hace falta acercar recursos, productos y servicios, ellas vieron en los libros y en los juguetes un nicho de mercado y una oportunidad de negocio. Así crearon la librería Rima, uniendo la primera sílaba del apellido de María Luisa y la del esposo de Amparo, Ángel Mayor. Después de sesenta años activo, el local continúa formando parte de la vida diaria de los vecinos de Infiesto regentado actualmente y, desde hace más de medio siglo, por la familia de una de sus fundadoras.

Iván González figura a día de hoy al frente de esta curiosa y única librería piloñesa que no solo vende ejemplares de texto sino que también ofrece papelería, juguetes y hasta electrodomésticos. Una combinación extraña pero muy resolutiva que siempre ha estado presente en Rima desde sus inicios: "La gente que no es del pueblo y que viene de paso hasta aquí, se queda perpleja. Es algo que siempre se ha vendido y que funciona. Supongo que en aquella época se miraba por lo que no había en el pueblo y se vendía lo que les hacía falta a los vecinos. Ahora continuamos haciéndolo"; explica.

Iván, junto a su mujer Zulima, que es maestra de primaria en el colegio de Infiesto, recogió el testigo de Rima de manos de su suegro, José Ángel Mayor, exponente de la segunda generación de la librería por legado de sus padres, Amparo y Ángel. "La socia de mi madre se fue a Gijón a los pocos años de comenzar el negocio y le vendió su parte. Mis padres se encargaron de él siendo yo un niño y, después, empecé yo a trabajar", cuenta José Ángel, quien dedicó 39 años al negocio familiar hasta su jubilación en 2019.

Fue entonces cuando Iván se planteó dar un vuelco a su vida, dejar su trabajo como comercial de la editorial Oxford University y dedicarse a la librería. "Si me preguntabas hace ocho años un negocio en el que no meterte porque consideraba que no tenía mucho futuro a largo plazo, era precisamente una librería", cuenta entre risas. "Sin embargo yo viajaba mucho y estaba poco en casa. Buscaba una tranquilidad que no me daba mi trabajo y ahora, aquí, estoy más a gusto".

Iván cambió los viajes nacionales por los que discurren entre las páginas de los libros, una aventura complicada pero a la vez satisfactoria que pretende seguir practicando y seguir sumando años a un comercio que el año pasado cumplía seis décadas de historia. "La intención es seguir, llevamos poco tiempo y es difícil sobrevivir y hacer frente a la competencia de las multinacionales e internet, pero nos vamos adaptando".

Es esa frescura y predisposición de esta tercera generación de Rima, uno de los puntos fuertes de la librería en su nueva versión. No solo cuidan al detalle el trato con el cliente, al que fidelizan con su cercanía y apoyo mutuo, sino que tratan de mantenerla activa en redes sociales para informar de las novedades y atraer nuevos consumidores: "Es nuestro segundo escaparate", aclara. Y, aunque esta ventana en internet tiene una función muy útil, Iván asegura que echa en falta que el vecino entre con regularidad a la tienda a echar un vistazo. "Parece que la gente se siente comprometida si sale por la puerta sin hacer compra. Hay que intentar quitar ese miedo. A mí me gusta que entren, miren y si necesitan alguna recomendación o hacer algún pedido, para eso estamos", señala.

Ahí están y ahí seguirán, en la calle Covadonga de la capital piloñesa un año más y ya van 61. Un establecimiento inusual y familiar al alcance de todos los piloñeses y de cualquiera que necesite un libro, un periódico, una fotocopia, un juguete e incluso lo más sorprendente: un aparato electrodoméstico.

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