La "resurrección" del cura asturiano al que diagnosticaron cáncer por error: "Hay futuro, hay esperanza; resucité"

"La vida es hermosa y todos queremos marcharnos lo más tarde posible", dice Lito García, al que jubilaron en julio a causa de una enfermedad que no tenía

La "resurrección" del cura asturiano al que diagnosticaron cáncer por error: "Hay futuro, hay esperanza; resucité"

R. Díaz/ A. Domínguez

Ramón Díaz

Ramón Díaz

Infiesto (Piloña)

Todo comenzó con un resbalón. Manuel García Velasco, "Lito", párroco hasta hace unas semanas de Infiesto, ha vivido en los últimos meses un insólito vaivén de emociones. Tristeza y alegría, decaimiento y júbilo. Le encontraron un bulto en la cabeza, le diagnosticaron cáncer avanzado, se creyó a las puertas de la muerte y, al final, todo fue un error que le ha cambiado… "para bien". Asegura que ahora aprecia aún más y mejor la vida, que está más tranquilo y relajado: "Hay futuro, hay esperanza. Resucité". Y está convencido de que todo fue "gracias a la Virgen de la Cueva", a la que él mismo "y mucha gente" rezaron por su "curación".

Volvamos al principio. Lito García Velasco, allerano de 69 años y párroco de Infiesto durante 17 años, viajó el 5 de junio de 2023 a Bulnes, en Cabrales, junto a otros seis curas, a celebrar el fin de curso. Al regresar, llovía; resbaló y se rompió el húmero del brazo derecho. Durante la rehabilitación, el fisioterapeuta le descubrió un bulto en la cabeza: "Tienes que mirártelo sin falta", le dijo. Aunque no sentía malestar alguno, el sacerdote hizo caso.

En el Hospital del Oriente le hicieron "un montón de pruebas", incluidas varias biopsias. Y una más en Cabueñes. En Arriondas le dijeron primero que tenía tuberculosis ganglionar (lo vacunaron estando ya vacunado desde niño y dio positivo), pero siguieron las pruebas. El TAC no reveló nada extraño, los análisis de sangre tampoco, pero tras la enésima biopsia le dieron una noticia terrible: veían "un linfoma muy maligno". Lo derivaron al HUCA.

"Se me vino el mundo encima", rememora. "Aunque creo por supuesto en la vida eterna, estar convencido de que vas a morir pronto te afecta. La vida es hermosa y todos queremos marcharnos lo más tarde posible", resalta el sacerdote. Fue un golpe tremendo, que lo afectó psicológicamente; tanto que somatizó su desasosiego y acabó sintiéndose realmente enfermo, sin estarlo, al menos físicamente.

Manuel García Velasco, con la Virgen de la Cueva al fondo.

Manuel García Velasco, con la Virgen de la Cueva al fondo. / Ramón Díaz

Lo primero que hizo tras recibir aquel mazazo, aún muy nervioso, fue avisar a sus superiores del cambio de diagnóstico. El arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, le mandó un whatsapp en el que le daba ánimos, le anunciaba su jubilación y le pedía que dejara en unas semanas la casa rectoral para su sustituto. También le ofreció irse a vivir a la Casa Sacerdotal, lo que el párroco rechazó, ya que su intención era –y es– seguir viviendo en Infiesto, en su casa.

Siguiendo el periplo hospitalario, en el HUCA le hicieron otra biopsia, el 12 de julio pasado. La espera por los resultados lo intranquilizaba aún más. Ello a pesar de que sostiene que no pasó por las cinco fases de duelo que citan los psicólogos: negación, ira, negociación, depresión y aceptación. "Yo lo acepté desde el primer momento. Lo tenía superaceptado y solo le pedía a Dios no pasar mucho sufrimiento", señala.

Llegó incluso a llamar a sus sobrinos para comentarles el reparto de los bienes que les dejaría en herencia –"lo poco que tengo", comenta–, cosa de la que estos no quisieron ni oír hablar. Fueron pasando los días y los resultados de la prueba definitiva no llegaban. Hasta que, a primeros de este mes, comentándolo con una persona, esta le dijo que quizá podría enterarse del resultado a través de una pariente suya que trabaja en el HUCA. Así fue, el 5 de septiembre, día de Santa Teresa de Calcuta, le dijeron extraoficialmente que no tenía "nada de nada". Y que si no le habían comunicado aún los resultados era "precisamente por eso", porque estaba sano un roble.

Tuvo por fin en sus manos el comunicado oficial de su "resurrección" el pasado martes 24, cuando lo citaron en el HUCA y le entregaron los papeles. Ya no había duda: limpio de todo mal. ¿Qué sintió al saber que todo había sido un error o, como prefiere decir, "un malentendido"? Sintió "alivió, bienestar". Aunque acepta que la muerte es "un paso más", está "encantado" porque "todavía no llegó la hora" y porque ha vuelto "a vivir", y a hacerlo "de otra manera".

Lito García Velasco, apoyado en la pila bautismal del santuario de la Cueva, en Infiesto.

Lito García Velasco, apoyado en la pila bautismal del santuario de la Cueva, en Infiesto. / Ramón Díaz

Más encantado está aún, si cabe, porque lo han jubilado. Es verdad que tras comunicar que no estaba enfermo las autoridades eclesiásticas le insinuaron la posibilidad de "rehabilitarlo". "Seguimos contando contigo", le dijeron. Pero Lito García Velasco ya está a otras cosas: quiere seguir teniendo, como desde que lo retiraron, "todo el tiempo del mundo" para dedicarse a lo que le place, a pasear, a pescar, a charlar con los vecinos, a viajar de vez en cuando a Aller... Y a visitar "su" santuario de la Virgen de la Cueva, que rescató del olvido y el abandono –estaba cerrado y en estado deplorable cuando llegó a Infiesto– y que ha convertido en un edén, con su nueva capilla, su empedrado, su pila bautismal… Todo, subraya, "gracias a la gente", a sus aportaciones, a sus representaciones para recaudar dinero, a los donativos, a la venta de lotería… Fueron más de 300.000 euros de inversión en uno de los santuarios más espectaculares del norte de España, que ahora luce espléndido. Y con todo ello, aún ha dejado 150.000 euros en caja.

Asegura que es la segunda vez que su vida da un vuelco. La primera fue hace 30 años, cuando estuvo dos meses en las misiones en Benín, en África, sustituyendo a un compañero. "Mientras aquí nos quejamos por todo, allí la preocupación es hacer una comida al día; sin coche ni teléfono, sin agua ni saneamiento, viviendo en chozas… Me cambió la vida. Y ahora esto me la ha vuelto a cambiar", explica.

Lito García Velasco, que comenzó su labor sacerdotal en Sotres, Bulnes y Camarmeña (Cabrales), que estuvo en Luarca 10 años, 7 en La Luz (Avilés), que ejerció en San Esteban de Robledo (Corvera), que fue capellán del Hospital de San Agustín, y que llegó a Infiesto (Piloña) en 2007, descarta volver al día a día de la tarea parroquial. Pero subraya que sigue siendo cura: "Me moriré siéndolo". Así que ayudará a otros sacerdotes siempre que se lo pidan –ya lo hizo hace unos días en Cabrales–, y también cuando algún amigo le pida oficiar un bautizo o similar. Tiene meridianamente claro lo que dirá a sus superiores si le plantean en serio volver a ocuparse de alguna parroquia: "Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita".

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