Adiós a Tía Ana, jovial hasta los 101 años

Ana Morán López, gijonesa de nacimiento y sportinguista y riosellana de corazón, falleció el sábado, dejando para el recuerdo su optimismo y alegría, su potente voz y su increíble memoria

Ana María Morán López

Ana María Morán López / T. C.

Julia Quince

Ribadesella

Entrañable y "gayaspera" hasta el final de sus días. No hacía ni dos semanas desde que Ana María Morán López, vecina de Ribadesella, celebró su cumpleaños acompañada de sus seres queridos. Anina o Tía Ana, como se la conocía popularmente por la cantidad de sobrinos que tenía, alcanzó el pasado 25 de enero la respetable cifra de 101 años, y se convirtió en la segunda mujer más longeva del concejo. Ese día cantó y hasta bailó imitando a Lola Flores, de la que decía, y presumía, que era casi de su "quinta". Irradiaba luz y optimismo a cuantos la rodeaban. El pasado sábado esa intensa luz se apagó, aunque, para los suyos, y todos los que la conocían, un resplandor permanece.

Nacida en el barrio de Cimadevilla en Gijón en 1924, Ana fue la última de cuatro hermanos, hija de Gertrudis López y Edmundo Morán, quien fuera jugador y entrenador del Sporting. Y, como de casta le viene al galgo, este hecho familiar marcó una de sus pasiones más profundas: el fútbol y el club gijonés, del que llegó a ser su socia número 25. No se perdía ningún partido, aunque el más emocionante tendría lugar en mayo de 2022, cuando, tras tres décadas sin pisar El Molinón, volvió a ver ilusionada a los rojiblancos jugar en su amado estadio.

Enfermera de profesión en una época en la que para una mujer era difícil abrirse camino profesionalmente, hizo las prácticas en el hospital de Jove, a la vez que cogía el punto a las medias para dos comercios de la ciudad gijonesa. Luego pasó por Sama de Langreo y Canarias y volvió a su tierra natal hasta que se jubiló. Se casó con 43 años con Santiago Fernández Fernández, miembro de una numerosa familia con raíces riosellanas, y entre Gijón, Lanzarote y Ribadesella, siempre junto al mar, pasaron más de medio siglo de matrimonio juntos, hasta que su "Santiaguín del alma" falleció en 2019.

En Ribadesella era común verles cada día a ambos sentados uno frente al otro en El Capri, tomando un café y leyendo el periódico, o jugando al mus con los hermanos de él y al parchís con sus amigas. Y, cada 25 de julio, en una gran comida familiar a la que acudían decenas de primos y sobrinos, venidos de todas partes para disfrutar de su compañía.

A Anina se la recuerda con cariño por su optimismo y alegría, sus continuos detalles con sus vecinos, por su gran voz, entonando con fuerza cada canción en misa, por sus divertidas anécdotas y su increíble memoria, pues hasta el último momento recordaba párrafos enteros de "La venganza de Don Mendo" o la lista de los reyes godos y la de los asturianos. ¿Cuál fue el secreto para llegar tan bien a su edad? Ella lo tenía claro: cuidarse mucho, ejercitar la memoria y rodearse de buenas personas.

Vecinos, amigos y familiares la despidieron ayer en Ribadesella con un bonito homenaje en su recuerdo. A todo ese amor, allá donde esté, Tía Ana hubiera respondido que lo sentía "recíprocamente".

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