Cierra la única panadería de Amieva, auténtico "centro social" de la zona: "Los pueblos se acaban"
"Nos costó mucho hacernos a la idea, lloramos quince días, pero no hay otra solución", lamenta Ana Labra, hija de la titular del negocio

Cierra la panadería de Santillán, en Amieva / Ramón Díaz

"Nos costó mucho hacernos a la idea, lloramos quince días, pero no hay otra solución". Ana Labra Fana tendrá que dejar en unos días el local en el que ha pasado buena parte de su vida, el que regentó su padre, Juan Félix Labra, hasta su jubilación, y que luego asumió su madre, María José Fana. La única panadería del concejo de Amieva cierra para siempre. Es otro "palo" más para un municipio que languidece. Hace unas semanas cerraba la quesería La Collada, ahora la Panadería Santillán...
Los clientes no acaban de creerlo. Muchos se reconocen "adictos" a la panadería. Por la calidad de sus productos y porque es "el centro social" de la zona, al que acuden cada día decenas de personas, a comprar, a charlar, a encontrarse con otros vecinos y tertuliar... Ayer, fue un trasiego continuo toda la mañana.
Nadie sabe a ciencia cierta cuándo abrió Paulina Alonso la Panadería Santillán, en el pueblo del mismo nombre. Pero no andará muy lejos de los cien años, porque Maximino González, vecino de La Vega Sebarga, tiene 70 y la recuerda abierta "toda la vida". Le da "mucha pena, hasta depresión", saber que cierra un local al que acude a diario. "En Amieva vamos culo atrás, van cerrando todos los negocios. Pero claro, burocracia, impuestos... ¿Quién resiste esto?", dice este guarda jubilado. "La panadería presta un servicio social, todo viene a parar aquí", subraya.
Tiene razón: si hay que dejar medicamentos para la farmacia o para el médico, si llega algún paquete para cualquier vecino de la zona, si apetece un café, si cazadores o grupos de montaña buscan un punto de encuentro... Ese es la Panadería Santillán. Al mediodía el local suele estar lleno y surgen coloquios. Ayer, tema monográfico: el cierre. La reacción de la clientela, pena, lamento y disgusto. "Vamos a recoger firmas para que no cierre", comentaba un cliente.
Volviendo a la historia del negocio, Juan Félix Labra empezó a trabajar de empleado en la panadería para José González, hijo de la primera dueña, hace casi medio siglo. Hace 18 años se quedó con el negocio. Su mujer debería haberse jubilado hace ya dos meses y medio. Lo hará el próximo domingo 22. Al mediodía, invitarán a un pincheo a sus clientes y amigos.
"No lo hago con 300.000 euros"
Ana Labra intentó por todos los medios continuar con el negocio, pero le fue imposible. Por un lado, la propiedad quiere vender panadería y casa, y por otro, la Administración exige para el cambio de titularidad una remodelación total. "No lo hago con 300.000 euros", dice con resignación. ¿Qué hará ahora esta licenciada en Empresariales? "Buscar trabajo". Y como en Amieva es prácticamente imposible, lo intentará fuera. Pide a la Administración "más facilidades" para los emprendedores y para que los negocios de la zona rural sigan abiertos.
¿Qué dice la panadera, que es además presidenta de la Asociación de Mayores de Amieva? Pues que, por un lado, está contenta, "porque son muchos años de levantarme a las cuatro y media de la mañana y ya necesito tranquilidad, pero por otro siento pena, sobre todo por la gente que quiero, por los muchos que pasan por aquí". Agradece al alcalde, Carlos Salazar, las incontables gestiones que realizó: "Intentó por todos los medios que esto siguiera adelante". Fue imposible.
Con el cierre de la panadería se acabarán las boronas preñadas elaboradas con horno de leña, las pastas, las magdalenas de chocolate... Esto último lo que compró ayer José Luis Castaño. Acudió, como casi todas las semanas, en moto desde Llanes. Las magdalenas son para su mujer. "No las hay como estas, no tienen ningún tipo de aditivo, son naturales, buenísimas. ¿A dónde iré yo a partir de ahora a buscar magdalenas como estas?", se preguntaba.
María José Tarrío, de Arriondas, y Roberto Rodríguez, de Cangas de Onís, son clientes habituales y lamentan también el cierre. "Somos adictos, es parada obligatoria. Es un local emblemático y son muy buena gente. Es un disgusto saber que cierra", dice ella. "Cuando organizamos cualquier actividad paramos aquí, por el ambiente, el paisanaje", resalta él. "Poco a poco se acaban los pueblos", comenta con tristeza la última panadera de Amieva. "Nos dejan abandonados", señala con pesadumbre Claudia Aguilera; "estamos tristes, nos da mucha pena", añade Candy Priede, ambas vecinas de La Vega Pervís.
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