Victoria Espina, una vida entre avellanos. Así es la ganadora del festival de Piloña
Con 73 años y una finca en El Piñuecu, recibe el reconocimiento a una labor inmensa que va pasando de generación en generación

Victoria Espina, ganadora del 54º Festival de la Avellana de Piloña / J. Quince
J. Quince
A sus 73 años, Victoria Espina González ha hecho honor a su nombre al alzarse con la victoria en el 54 Festival de la Ablana, celebrado el pasado domingo en Infiesto. Natural de El Moru, en el concejo de Piloña y residente actualmente en Gijón, esta mujer tranquila y humilde ha recibido un merecido reconocimiento a toda una vida de dedicación al campo. Un primer premio que reconoce no solo la calidad de sus frutos, sino también el esfuerzo constante y el valor de las tradiciones familiares.
Desde siempre, Victoria, que ha sido y es ama de casa, ha estado volcada en las labores del huerto, el cuidado de la tierra y, muy especialmente, en la recolección de avellanas que cultiva con cariño en una finca situada en El Piñuecu, en Piloña: "Es algo que llevamos haciendo toda la vida", afirma con naturalidad.
Aunque sus avellanos no son mucho, eso no le impidió destacar en un certamen que este año reunió a 66 cosecheros venidos de toda Asturias. Llevó a la plaza del Ganáu de la localidad piloñesa doce kilos de avellana, que vendió por completo antes incluso de que se conociera el fallo del jurado.
Su participación en el Festival de la Avellana es relativamente reciente, pero este 2024 le ha traído su primer gran triunfo: "No llevo más que tres o cuatro años asistiendo y es la primera vez que llevo un premio. No puedo estar más contenta", celebra con emoción.

Por la izquierda, Victoria Espina, su hijo Abel y su sobrino Eloy Mosteiro / J. Quince
Este reconocimiento premia un esfuerzo constante y silencioso. Para Victoria, no hay grandes secretos detrás de una buena avellana, solo trabajo y saber hacer: "No hay secreto como tal. Lo que hay que hacer es cuidar los árboles y extender las avellanas al sol para que se sequen y pierdan humedad. Así quedan muy buenas", detalla. Aunque la cosecha de este año fue escasa por culpa del calor y la falta de lluvias, subraya que la calidad se mantuvo intacta: "Las avellanas salieron más pequeñinas que otros años pero muy ricas y sabrosas".
El vínculo con la tierra es algo que la piloñesa defiende como una herencia que pasa de generación en generación: "Es tradición familiar, lo llevamos en la sangre", afirma. De hecho, su hijo Abel, de 48 años, también se crio entre avellanos y ha seguido sus pasos: "Empezamos cuando él era chiquitito y desde entonces también recoge ablanas", cuenta con orgullo. No tiene nietos, pero sí varios sobrinos que podrán seguir con esta tradición. Uno de ellos, Eloy Mosteiro Espina, también fue premiado en el certamen: se llevó el galardón a la mejor plantación gracias a los más de 200 avellanos que cuida con mimo en la casa familiar de El Moru.
"La verdad es que esta zona de Piloña es muy buena para dar buenos frutos, hay que cuidarla", defiende Victoria, g¡con la experiencia de quien conoce cada rincón del terreno. No obstante, no oculta la dureza que implica el trabajo que desempeña: "Depende del año, claro, pero es un trabajo bastante costoso. Se pasa mucho tiempo recogiendo".
El esfuerzo, sin embargo, ha dado sus frutos. Este año, su labor ha sido reconocida en un certamen que tanto ella como su familia piensan repetir el año que viene. Y es que, fiel a su forma de ser y a su legado, Victoria Espina tiene clara su intención de seguir mimando la tierra, como siempre ha hecho.

Victoria Espina junto a sus avellanos en El Piñuecu, Piloña / J. Quince
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