Estas que ves, ¡oh Fabio!, piedras ilustres son

que mil años otros ojos con deleite contemplaron;

piedras ilustres que ahora la incuria y la ignorancia

convertido han en maloliente establo?

Después de largo tiempo ardiendo en deseos de conocer lo que queda del que fuera famoso monasterio de San Antolín de Bedón, en Llanes, por fin un caluroso día del pasado mes de agosto se vieron satisfechos mis anhelos. Había leído ciertos escritos referentes al caso en algunos medios periodísticos, e internet, sobre el estado de absoluto abandono en que se hallan la ruinas del que fuera ilustre monasterio, pero todo lo leído es poco comparado con la desnuda realidad.

Para empezar, se ha construido un armatoste de hormigón que salva el río Bedón (¿o río Beón?) que es una bofetada a todo el entorno. Es como ponerle a San Antonio dos pistolones, uno a cada lado. ¿No se podía haber hecho ese puente 300 metros aguas arriba?

Por debajo de esa mole de hormigón, y salvando el mismo regato, se ha construido un elegantísimo puente metálico, que se integra al parecer en una senda peatonal. Ese puente, por su elegancia y apariencia, ha debido costar un riñón, para un uso diario de 15-20 personas en verano y puede que cero en invierno. ¿Con qué criterio se gasta el dinero?

Para algunas cosas no hay para restaurar, y otras veces se gasta con una ligereza que escandaliza. Y no me vengan que si Fomento, que si el Principado, que si el Ayuntamiento...

Al emplazamiento es fácil llegar, pero hasta que llegas hay que preguntar varias veces porque no se ve indicación por parte alguna. Ya a 100 metros de los restos del monasterio un "letrerín" minúsculo y sucio anuncia: "San Antolín de Bedón"? y una estela del Camino de Santiago que no se sabe para dónde apunta. Entras dentro de la finca, a la que hay acceso sin más, y estás en un prau, prau: algunos castaños viejísimos, en el más deplorable abandono, para no desentonar, y un fabuloso pino centenario un poco por delante y al sur de la fachada principal de la iglesia, que habría que cuidar y mimar. Del primitivo monasterio no queda más que la iglesia; ortigas, zarzas y toda suerte de arbustos y otras malezas se enseñorean del lugar. Hay que pisar con sumo cuidado, ya que todo está lleno de excrementos de caballo, algunos viejos, otros recientes. Dos hermosos caballos, que lo uno no empañe lo otro, machos ambos: uno rojo alazán y el otro blanco tirando a tordo.

A la izquierda, y por delante de la fachada principal de la hermosa iglesia, hay unas construcciones muy posteriores en lamentable estado, semiderruidas, que ahora junto con el templo sirven de cuadra a los animales descritos. Como el día es caluroso y abundan las moscas los animales se cobijan en su interior buscando la sombra y la oscuridad que los libren de los molestos insectos.

Delante de la fachada principal, la entrada al templo es un perfecto estercolero. ¡Ojo donde se pisa! La puerta de acceso está entreabierta, sólo hay que empujar un poco para entrar sin ningún impedimento; hay dos cerraduras, dos, de nueva factura, tipo llavín, pero la puerta está abierta. Se baja un escalón y lo primero que te encuentras es un montón de excrementos de caballo, sí, dentro del templo, y cerca unas hermosas piedras labradas que parecen restos de antiguos enterramientos: una a la izquierda según se entra y otra a la derecha. Hay más piedras de diferente fábrica repartidas por el suelo de la iglesia, no es de extrañar que cualquier día algún desaprensivo las haga "desaparecer".

El templo por dentro está bastante bien conservado. No parece que haya goteras, aunque el hermoso día no es el más apropiado para discernir este extremo. Pero por fuera, a ojo de buen cubero, se ven algunas tejas removidas, quizás por el viento, sobre todo en la vertiente norte. Arbustos de todo tipo, zarzas incluidas, crecen por doquier sobre el tejado. La finca que lo contiene es hermosa, pero está en el mismo estado de abandono que el templo. El artesonado del techo, en madera, parece en bastante buen estado.

No es mi intención detenerme en examinar la fábrica del mismo, pues para hablar de arquitectura habrá plumas más puestas que la mía; es obvio que hay una mezcla de artes del románico más primitivo al gótico. Por el exterior se ha cubierto la piedra de un estucado, o carga, o enfoscado, de dudoso gusto. Por dentro, rejuntado piedras con cemento también con escaso resultado estético, ventanas románicas hermosas y otras donde se mezclan los estilos. Estuve un buen rato por dentro viendo detalles. Menos de los que quería, ya que, como corresponde a este tipo de arquitectura, la iluminación natural es escasa.

Vi alguna inscripción en una columna vertical a la derecha del ábside mayor. Se aprecia con claridad una fecha, o año, 1217, cuyo significado ignoro, y me llama la atención que no esté escrita en números romanos, por lo que supongo que es un pegote relativamente moderno. Y unas letras que parece corresponden a una "f" y a una "j". En lo que fue altar mayor había una botella de agua cortada por la mitad con unas flores? y en el suelo, donde debió de ir el ara, había restos de ceniza abundante como si alguien hubiera hecho fuego en el interior. Nada me extraña dado el abandono en que aquello se encuentra. Al salir de la iglesia intenté varias veces arrimar la puerta principal. Vano intento: tantas veces como se arrimaba, la puerta se entreabría. Así que así quedó para que los caballos tengan cobijo cuando les apetezca. No sé quién tendrá las llaves y el encargo, supongo, de que el templo permanezca candado, por lo menos para evitar expolios y profanaciones (aunque la iglesia imagino que estará desacralizada).

Vuelto al exterior recorrí la finca que lo circunda, hermosa, al lado del río, y desde la que se oye el rumor del mar. Allí mismo, al lado, está la playa del mismo nombre: San Antolín. Había en cantidad muy abundante hierbas aromáticas tipo poleo, tan de moda en la actualidad, y otras que por su olor y colorido me parecieron menta. Me cogí un buen puñado para que en el coche, durante unos días, me acompañe su penetrante y melifluo olor (y a fuer de sincero cumplieron a la perfección su cometido).

La que más me impactó por su extraordinaria belleza es la puerta que mira al sur, en buen estado, pero el entorno está tan abrasado por la maleza de todo tipo y calibre que es un suplicio contemplarlo.

Hablé al principio de unas construcciones en estado ruinoso que había adosadas, como si fueran continuación del costado norte de la iglesia. Pues verticales a estas hay otras también medio derruidas que me parecieron como si hubieran albergado celdas y otros menesteres propios del monasterio (biblioteca, refectorio, sala capitular, etc.), una vez desaparecido el que debió de existir claustro primitivo, que es donde suelen estar estos servicios.

En el dintel de la puerta principal hay una piedra toscamente labrada y que con algún esfuerzo he conseguido "traducir": "Esta casa la hizo Frai Antonino hijo de Celorio siendo abad del monasterio 1751". Se sabe que el monasterio dejó de tener actividad monacal en el siglo XIX. La famosa desamortización de Mendizábal fue en 1836. El Estado se incautó de los bienes de la Iglesia y medio los regaló. Fue el comienzo de la ruina, la incuria y la desolación de tantos bienes de interés artístico y cultural. Y en esas seguimos. Nuestros políticos actuales ni tienen la cultura ni la sensibilidad necesaria para, al menos, que estos restos que fueron centros donde nació y se desarrolló tanto progreso sociocultural no acaben desapareciendo. O, lo que es peor, sean un triste y vergonzoso remedo de lo que algún día fueron. Para más INRI, de lo que se habla es algo que está justo al lado del Camino del Norte.

Se han plantado recientemente algunos árboles, me parecieron castaños, pero no se ha vuelto a mirar para ellos, ni a podarlos ni a abonarlos, están en estado cataléptico. Es como poner una estola a un santo desnudo. Como dato reseñable, pues yo nunca había visto este fenómeno, encima de unos castaños ¿milenarios?, en las oquedades donde se han depositado materiales orgánicos fruto de la desidia y el tiempo, han crecido otros árboles ajenos al primitivo. En uno creo que un eucalipto y en otro una higuera.

En el tiempo que yo invertí dentro del templo otras 6 u 8 personas más estuvieron visitándolo, lo que demuestra que la gente aún tiene interés y sensibilidad por estas cosas.

Una llamada a quien corresponda, y todos sabemos a quién corresponde, para adecentar, al menos, esta hermosa reliquia llena de arte y antigüedad. No hace falta mucho dinero, sólo buena voluntad y memoria. ¿Quién se va a acordar de que en Llanes hay un monasterio de estilo románico (¡ahí es nada!) en lamentable estado de olvido teniendo cerca unas elecciones generales que es lo verdaderamente importante? Porque si se pierden las elecciones, ¡madre mía!, no somos nada.

Así queda dicho. Amén. A ver si alguien me oye.

Por cierto, ¿y las campanas dónde estarán?