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Fernando Granda

El abandonado Parque de La Boriza

La desidia de los servicios públicos en Barru

Dos mujeres de mediana edad buscaban hace unos días un lugar para sentarse. Paseaban por las inmediaciones de la playa y no encontraban un banco para descansar. Habían dejado a sus familiares tomando el sol o bañándose y caminaban por los alrededores interesándose por un lugar donde reposar sus piernas. Era una mañana soleada, calurosa, sin nubes, digna de un agosto bastante seco que parecía contrarrestar el julio pasado por agua precedente. Estaban a doscientos metros del arenal. Habían llegado a Barru, un pueblo que tiene un parque infantil, un parque merendero en La Boriza y varias terrazas hosteleras. Las mujeres pretendían sentarse sin tener que tomar nada. Difícil lo tenían en un pueblo tan veraniego.

Los viandantes a los que preguntaron las dirigieron al parque infantil donde existen tres bancos, algo deteriorados pero válidos para sentarse desde los que se contemplan los juegos de los niños y la pequeña cancha para practicar deporte entre amigos.

El parque merendero de La Boriza es inaccesible ahora para personas de edad en condiciones normales. Hoy es casi imposible su disfrute por su abandono y cantidad de basura.

Tiene mesas, papeleras, estructuras para preparar alguna comida y panel informativo. Y sobre todo unas vistas espectaculares para deleitarse de una hermosa jornada campestre apreciando el Cantábrico al norte y la cordillera del Cuera al sur. Y un día como el que describimos se podrían ver kilómetros y kilómetros de costa, de montaña, de campos, de arboledas, de un paisaje confortante. Un parque maravillosamente situado. Sin embargo, apenas se puede entrar y una vez dentro difícilmente se puede pasear porque está casi invadido por la broza, el matorral y fuerte maleza.

Su acceso por el norte es difícil por su empinado camino de entrada. Es un sendero corto pero muy escalonado que necesita arreglos de amplitud y reforma de planos, que alargan el camino pero lo harían más viable y menos abrupto. Por el oeste, el acceso es más largo pero más fácil y amplio, es un paseo desde el que se contemplan algunas de las mejores vistas del contorno. Se sube por un "camino de carros" que asciende bordeando el Bau, una ensenada en la que, con pleamar, parece flotar una curiosa iglesia blanca y su cementerio, reflejados en numerosas películas por su singularidad. Cerca ya de la pequeña planicie se descubre una playa, la de La Entrada, por la que llegan las embarcaciones con marea alta. Finalmente, atravesando pequeños prados, aparece el parque que permite otear la costa de Ribadesella a Ribadedeva. Debajo, desde el mirador de la Peña los Cuervos, aparece el pedrero de Xiglu y la playa de Barru. El Cuera al sur.

Una pena, una vergüenza, una desidia. El paseo por este parque inmejorablemente situado es impracticable. La maleza lo impide. Olvidado de los servicios municipales, hoy día es hasta peligroso por la plaga de plantas con ramas puntiagudas que lo pueblan. Una pena porque nadie lo puede aprovechar para comer, merendar, descansar, disfrutar del bello paisaje. Una vergüenza por el abandono municipal. Una desidia de los servicios públicos del pueblo con más tirón turístico y una desidia de tantos usuarios que no recogen la basura que generan.

Claro que el abandono institucional de Barru alcanza otros campos: faltan imprescindibles pasos de cebra reiteradamente reclamados -miles de coches circulan por el verano por el pueblo y la zona de playa-, faltan aceras y arcenes para el paso seguro de los peatones, falta un aparcamiento público temporal como los que se acondicionan en otras playas, desaparecen las placas que nombran los barrios y no se reponen, faltan contenedores selectivos de basura, no se reparan los caminos?

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