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Manuel Castells y su recetario

Consejos a Llanes para navegar en un mundo globalizado

En mayo de 1999, Manuel Castells Oliván, que ocupaba la cátedra de Planificación Urbana y Rural en Berkeley, Universidad de California, redactó un escrito titulado “¿Una aldea en lo global?”, dedicado a Llanes. En ese texto (hecho, quizás, a instancias de algún señalado veraneante cercano al Ayuntamiento llanisco), el sabio, que hoy parece tan retraído al frente del Ministerio de Universidades, se mostraba convencido de que el concejo de las treinta playas estaba llamado a diseñar un ejemplar modelo de desarrollo sostenible en el siglo XXI.

Era un momento en el que las políticas municipales cobraban fuerza en toda Europa. Ante la paradoja de que en el mundo globalizado la gente se siente cada vez más apegada a su terruño, el catedrático meditaba sobre cómo puede navegar lo local en lo global, y manejaba dos conceptos clave: el de la información y el de la conectividad. Había que disponer de buena información (y poseer capacidad de procesarla) para poder tomar decisiones estratégicas adecuadas, decía, y era indispensable hacer de Internet un elemento omnipresente en la vida de los individuos y de las empresas. Con mucha precaución, eso sí, para evitar que la inmersión en el ciberespacio (con sus torrenciales oportunidades de intercambio, competencia, y creación de riqueza) hiciese añicos la identidad y el equilibrio interno del concejo.

Castells presumía de conocer Llanes bastante bien desde hacía muchos años y, en la “nueva geografía económica”, lo veía como un lugar privilegiado, que aunaba calidad de vida y capacidad cultural e informativa, y que contaba con recursos “que para sí quisieran muchas localidades del mundo”. “Se vive bien, se come bien y los problemas sociales son limitados”, además de contar con una naturaleza de extraordinaria belleza “que aún, a trancas y barrancas, no ha sido irreversiblemente deteriorada”, constataba el sociólogo y economista.

El futuro habría de pasar por resolver déficits en infraestructuras y comunicaciones (tales como la Autovía del Cantábrico, el enlace con los aeropuertos de Ranón y Parayas y la puesta en marcha de algún tipo de servicio de transporte marítimo, “en versión ferry y en versión rápida overcraft”), tareas que eran competencia del Gobierno central y de la Administración regional.

Para lo demás, esto es, para difundir y consagrar las nuevas tecnologías como instrumento de la iniciativa económica y del desarrollo personal de los llaniscos, el Ayuntamiento podría apañarse él solo. La exhortación animaba a convertir la calidad de vida y la conservación de la naturaleza en un producto empresarial, a partir de las nuevas posibilidades de trabajo y de creación de empresas de servicios que brindaba Internet y siendo capaces de retener a los lugareños y de atraer a nuevos residentes. La consigna podía ser: “Vivir en Llanes y vender en Madrid”, y tan necesario era concienciar a los llaniscos como, sobre todo, contar con “emprendedores políticos”. Ésa era la cuestión de fondo.

El escrito de Castells está fechado unas pocas semanas antes de los comicios municipales de junio de 1999, si bien no vería la luz hasta el mes de julio (en el número extraordinario de El Oriente de Asturias), cuando el socialista Antonio Trevín había ganado ya la alcaldía.

Se trataba, en realidad, de un recetario con intención electoralista y propagandística sin disimulo. En las últimas líneas, el hoy ministro adscrito a Podemos desnudaba su palabra de chamán: “No tengo ningún problema en hacerle propaganda a Trevín. Porque le conozco desde hace tiempo, sé lo que quiere y lo que piensa. Llanes tiene suerte en este aspecto”.

http://higiniodelriollanes. blogspot.com.es

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