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Relatos sobre vitela

La actividad balnearia en la comarca

Recuperar algunas de las iniciativas del oriente asturiano para dinamizar el medio rural

La utilidad que el hombre hizo del agua con fines terapéuticos o culturales ya es desde tan antiguo como su propia existencia. Mi reflexión sobre los balnearios de la comarca oriental asturiana viene determinada por la noticia que, a través de este diario, hemos conocido referida al cese de la actividad del envasado y comercialización de la conocida Agua de Borines. Esta marca de acreditado e histórico prestigio se relaciona desde el pasado siglo XIX con el famoso balneario que en las estribaciones del Sueve, en Borines, abría sus puertas un 13 de junio de 1892 con un acto de inauguración en el que se dieron cita personalidades del mundo de la cultura, los negocios, eminentes médicos, políticos, militares y el mismo obispo de la diócesis. Llegó, poco tiempo después, a convertirse en el punto de referencia más importante de este tipo de establecimiento del norte de España.

De su importancia se ocupó detalladamente el profesor Gutiérrez Claverol, quien en un detallado estudio, publicado por el Real Instituto de Estudios Asturianos (Ridea), sobre la actividad balnearia asturiana nos informa, con el rigor investigador que le caracteriza, de la riqueza balnearia no sólo de este establecimiento piloñés sino de otros centros que pueblan la geografía del espacio oriental.

En el inmediato concejo de Ponga, en dos fluencias termo-medicinales ya conocidas, al menos, desde el siglo XVIII, se localizan los Baños de Mestas, registrados igualmente por Schulz en su destacada Descripción geológica. Dada su estratégica situación, en el camino Real de Castilla, comienza a mediados del siglo XIX la explotación de sus aguas salutíferas, habilitándose para este menester un sencillo balneario rural que disponía de bañeras de piedra y de un modesto hospedaje. En la actualidad presta servicio en un núcleo de turismo rural establecido en sus inmediaciones.

En términos de Tornín (Cangas de Onís), a orillas del río Sella (entre Sames y Cangas) hay una fuente abundante algo termal, que también usan los enfermos. Se trata de las Caldas de Tornín a las que se había referido don Antonio Cortés Llanos, indicando que ya habían sido conocidas y utilizadas por los romanos para la curación de determinadas enfermedades; y que la capillita que existía al pie del manantial, con restos de época romana, había sido un templo dedicado a Neptuno o Esculapio.

En Ribadedeva nos encontramos, desgraciadamente, con las ruinas de otro balneario, Balneario de Andinas que, a pesar de su etapa de auge a principios del siglo XX, actualmente se encuentra oculto por la maleza.

Por último, cabe registrar el balneario de Puentellés, situado a 2,5 kilómetros de Panes (Peñamellera Baja), en la orilla derecha del río Deva. Sus aguas fueron mencionadas por Canella y Secades como mineromedicinales; e igualmente Suárez Murias se refiere al manantial como una charca que brota al pie de un estribo del puente que sobre el Cares está colocado, a temperaturas de 34 grados: clara, transparente y de sabor soso y ligeramente amargo. En la década de los ochenta del pasado siglo cesó su explotación.

Todos estos manantiales con propiedades terapéuticas del oriente asturiano forman parte de los numerosos estudios, que sobre este tipo de fuentes se registran en la bibliografía asturiana desde el siglo XVII. Su explotación significó, en algunos casos, la creación de grandes centros de recreo para sectores acomodados; pero también para otra gran parte, que buscaba para sus dolencias remedios que la medicina aún no les facilitaba. Recuperar aquellas iniciativas no sería una mala idea para dinamizar el medio rural del oriente asturiano.

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