Luis fue un cura vocacional y entregado a las dos parroquias principales que regentó, Santa Marina de Mieres y La Asunción de Llanes, superando el dicho evangélico de que “nadie es profeta en su tierra”. De su pueblo, en el que nació en el barrio de El Cuetu el 6 de febrero de 1931 y en el que ejerció el ministerio sacerdotal durante más de cuarenta años de su nonagenaria vida como párroco y, una vez jubilado como adscrito, recibió todo el reconocimiento y honores, tributándole un homenaje y dedicándole una calle. Era un llanisco en estado puro, abierto, optimista, comunicativo y conversador, cercano, “echau palante”, amigo, conocedor y encariñado con las tradiciones y del rico folclore popular del Oriente de Asturias. Se distinguió como aficionado y dotado para la música religiosa, que sin duda le inculcó Don Marino Soria, un avilesino gran músico y compositor, creador de coros y scholas musicales por donde anduvo. Su obra fue reseñada y estudiada por el profesor Ramón Sobrino. Fue párroco de Llanes de 1921 a 1946, año en que fue trasladado a San Pedro de Gijón, donde su huella de buen músico y persona caritativa sigue viva.

Ordenado sacerdote el 9 de junio de 1955, Luis fue destinado como coadjutor a la entonces ya populosa parroquia de San Juan de Mieres, que crecía en sus barrios por el auge de las minas y la empresa estatal Hunosa. Era párroco D. Teodoro Cardenal, que luego fue obispo de Soria y arzobispo de Burgos. Tuvo como encomienda principal dividir y crear nuevas parroquias en la villa. Una de ellas fue Santa Marina, en 1959, a la que sería destinado Don Luis, un barrio de mucha inmigración obrera y de alineadas edificaciones de viviendas sociales. Con paciencia, insistencia y entusiasmo, que nunca le faltó, pudo levantar un sencillo pero práctico complejo parroquial que era también centro social, ya que en ese tiempo las parroquias eran los lugares de encuentro, reunión, iniciativas y ayuda de los habitantes.

Con el tiempo, avanzando la década de los sesenta, vendrían los problemas sociales, las huelgas, los encierros, manifestaciones…en los que la Iglesia y los sacerdotes jugaron un papel “sociopolítico” significativo y comprometido, que acarreó problemas en la dictadura. No se puede negar que la Iglesia de las cuencas asturianas fue punta de lanza de libertades y derechos, aunque no se le levanten monumentos. Curas y seglares militantes se jugaron el tipo. Don Luis no fue de los más renombrados profetas del momento, su temperamento y carácter bondadoso y conciliador no era el más idóneo para ello, pero si de los que prestaron una ayuda solidaria, silenciosa pero eficaz.

En enero de 1979 sustituye en Llanes a Don Gil, un cura singular de los que podrían contarse mil anécdotas por su acusada y original personalidad. Él fue el que logró que la antigua iglesia románica del Conceyu fuera elevada a la categoría del Basílica Menor en 1973 y el que, con ayudas de los indianos, puso el reloj en la torre. Don Luis conocía bien el paisaje y el paisanaje. Llanes que cuida y cultiva sus fiestas de La Magdalena, San Roque y la Guía y sus tradiciones encontró en él un buen conocedor y defensor. De trato afable, de los que no se escudan en reglamentos y normas, sino de los que están al servicio de las personas, supo prestar el mejor servicio ministerial a sus feligreses para los que era, más que un Don Luis riguroso era un Don Luis bondadoso, comprensivo, cercano y familiar, sobresaliendo su parroquia por el buen coro parroquial y la buena música, siempre dispuesto a colaborar con las parroquias del entorno. Buen fumador de “farias” y pequeños puros canarios que a la larga le trajeron problemas. En el verano de 2008, se acogió a la jubilación, pero quedándose en su parroquia y en su tierra. Ayer, cantando “Estrella de los mares”, llevado por la Virgen de la Asunción, voló al cielo.