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Toni Silva

A bajamar

Toni Silva

Por una educación para el turismo rural

“Si no puedes soportarlo, tal vez no estés en el lugar correcto”. Así le espetan al turista nada menos que desde el equipo de gobierno riosellano, formado por el PSOE y el único concejal de Ciudadanos, que desde el primer día de la legislatura se viene comportando como el quinto concejal socialista. Y en este desafortunado asunto más de lo mismo, ya que la iniciativa ha sido suya y ha sido secundada por el alcalde, pues ambos han recorrido el concejo repartiendo pasquines.

Ellos justifican su acción porque dicen que en el Ayuntamiento se les han quejado algunos usuarios del turismo rural de que les habían molestado los cencerros de las vacas, los ruidos de los tractores o las cacas del ganado por los caminos, y que por eso han decidido pegar por los pueblos unos carteles municipales con mensajes “humorísticos” como el que abre este comentario. Yo no discuto lo que cada uno considere “humor”, pues cada cual se ríe de lo que le hace gracia, pero el Ayuntamiento debería abstenerse de gracietas, especialmente cuando pueden resultar improcedentes o incluso contraproducentes, y lo digo porque ese desdichado mensaje no está muy lejos del desabrido “váyase, señor González” de José María Aznar, que de chistoso tampoco tenía mucho.

Ribadesella en su conjunto lleva más de un siglo luchando para consolidarse como concejo turístico, primero con la marquesa de Argüelles (que en realidad defendía sus propios intereses), después con los alcaldes Ramón Cifuentes y Luis Piñán Malvar, con el Comité de Turismo de los años veinte, liderado por Guillermo González, más tarde (en los 50 y 60) con el Centro de Iniciativas Turísticas, la Mancomunidad de las Siete Villas, la marca Costa Verde y el apoyo de la revista “Somos” de Lorenzo Cordero y, ya en democracia, por las asociaciones FOTURI y ARITUR y el Plan de Excelencia Turística de Pepe Miranda, con el que Ribadesella tocó techo en cuanto a la promoción turística y calidad en destino. A partir de ahí todo ha ido cuesta abajo, hasta llegar al insólito mensaje con el que ahora saludan nuestras autoridades al usuario del turismo rural: “Esto es lo que hay y si no le gusta, váyase”. Nunca, en el siglo largo de promoción turística que lleva a cuestas este concejo, se había hecho nada parecido.

No dudo de que haya quien se queje de molestias que no esperaban, pues los que vivimos en el campo conocemos bien sus pros y sus contras, pero lo que jamás puede hacer un Ayuntamiento es burlarse de ellos ni mostrar esa fanfarronería institucional. Lo que tienen que hacer estos gobernantes (porque va incluido en el sueldo que ambos disfrutan) es atender -en privado y sin ponerlos públicamente en ridículo- a los demandantes que les puedan llegar y orientarlos para que aprovechen la oportunidad de conocer y disfrutar de la vida campesina, de la que queda ya muy poco en un país tan ¿civilizado? como el nuestro. Así se defiende el turismo rural. Las gracietas, por favor, déjenlas para el Club de la Comedia.

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