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El río Sella: canoas, chiringuitos y basuras por la mítica ribera del Oriente de Asturias

La deplorable imagen tercermundista de la cuenca más mediática y popular del Norte de España, debido a la acumulación de residuos en estas fechas veraniegas

Ell Sella, al paso de piragüistas.

Me apena, al mismo tiempo que me ruboriza, ver esas impactantes imágenes en puntos concretos de la ribera del Sella donde los residuos impactan ante las miradas de los visitantes –¿Más de 200.000 clientes a finales del presente y fructífero curso estival? - que contratan los servicios que ofertan las distintas empresas dedicadas al turismo de navegación por esta zona del Oriente del Principado de Asturias. 

Me encorajina contemplar la cantidad de basuras acumuladas en uno de los ríos que más ha dado de comer a muchos vecinos –pesca fluvial, descenso en canoas…– residentes en esa afamada ribera, avergonzados ahora, en su mayoría, del desmadre estival en esta atípica temporada marcada por la pandemia del Covid-19. Se trata de nuestro “tesoro”, una de las principales fuentes de ingresos. 

 Me produce lástima escuchar, quizás con demoledores argumentos, que vamos a morir de éxito, por no decir de lástima, por ese descontrol –para nada pretendo ser juez y parte– en el que está sumido en estos precisos instantes la actividad “estrella” de cuantas se realizan en la comunidad autónoma en campaña de verano. Y eso sin querer meter a todos en el mismo saco, que cada palo aguante su vela. 

 Me compadezco ante aquellos que elevan la voz para exigir un control o regulación que evite, en la medida de lo posible, que nuestro páter Sella se convierta en un futuro inminente en una auténtica cloaca, algo impensable no hace mucho tiempo, pero, a tenor de lo visto, parece revertir la situación. Ojalá me equivoque y todo quede en un mal sueño del verano pospandémico con cifras de récord en cuanto a turistas. 

 Me considero sellero a más no poder, pero todo dentro de un orden. Defendí, defiendo y defenderé el “Sella Vivo” –recuerdo aquel colectivo que se involucró en su defensa-. Un Sella donde haya sitio para unos y otros; para canoas y pescadores; para la gente del Mundo Rural; para oriundos y forasteros; para ribereños y no ribereños. Conste que en ningún momento trato de satanizar a quienes viven del turismo activo, sino alertarles de que hay que tomar cartas en el asunto. 

 Dicho esto, creo que va siendo hora de poner sobre la mesa los pros y los contras de una actividad “desbordada”, que deja mucho dinero en la comarca y crea riqueza, muchos puestos de curro para los jovenes. Me preocupa que paguen justos por pecadores. Unos cumplen, quizás la inmensa mayoría, pero otros se lo pasan por el “arco del triunfo”, como si no fuera con ellos, tratando de escurrir el bulto ante lo que se avecina. 

Basura que queda en las orillas del río.

 Se le está poniendo en bandeja a los detractores del turismo de navegación –que los hay- ese problema enquistado como es la falta de empatía para alcanzar acuerdos entre los afectados y evitar el sonrojo de la vergüenza de estas fechas de agosto, donde los cristales de las botellas, las latas de cerveza y refrescos, las mascarillas arrojadas…. acaparan el no deseado protagonismo del verano astur. 

 Me encabrita un montón que nadie sea capaz de organizar cada jornada –me importa un bledo que sean los empresarios de canoas, los gestores de los chiringuitos o los propios Ayuntamientos ribereños- un retén de limpieza que se encargue de evitar, digamos, ese “estercolero” en el que se está convirtiendo nuestro Sella, nuestro río. Sí, señores, nuestro, de todos como bien público. 

  Algo deberán hacer las autoridades competentes en la materia. No todo es hacer dinero como si esto fuera Jauja. El rio, nuestro Sella, se merece un trato preferencial, donde todos puedan convivir, alejado de esa deplorable imagen tercermundista que nos encabrona –al menos, a mí- en estas últimas fechas. No todo vale, salvo que el principal objetivo sea acabar con la gallina de los huevos de oro. 

 Covadonga, Lagos, Sella y Picos de Europa, tanta monta, monta tanto, son nuestra “marca”, nuestro peculiar “Paraíso Natural” entre los ríos y las montañas. O remamos todos en una misma dirección, por el bien común, o esto se va al garete en un plis-plas. Cuidar el turismo es la máxima de cualquier profesional vinculado a ese gremio, aunque tiene un precio: calidad de servicio, limpieza y, sobremanera, seguridad. 

Me consta que estas reflexiones no gustarán a buena parte del gremio. Algunos considerarán que es un ataque personal hacia ellos, pero se equivocan; otros, por el contrario, estarán de acuerdo conmigo en algunos puntos. Sea como fuere ya es hora de abrir los ojos y dejarse de monsergas. Quiero el “Sella Vivo” y no un conglomerado de hojalatas, vidrios, ruedas y demás utensilios como espectáculo circense por la ribera. 

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