El Museo del Territorio de El Carmen, una magnífica obra realizada a lo largo del segundo mandato de Pepe Miranda e inaugurada en 2003, está cerrado al público desde hace diez años, deteriorándose como todas las instalaciones en desuso. ¿Tan caro le resultará al Ayuntamiento de Ribadesella pagar un sueldo a un mantenedor o mantenedora? ¿Para esto se han invertido tantos miles de euros y tantas ilusiones? Esto no hay quien lo entienda. Y lo más desconcertante es que los actuales partidos locales parecen ignorar la existencia del museo, al punto de que ni siquiera lo mencionaron en sus programas electorales, unos programas, por cierto, muy similares en la pobreza de sus propuestas culturales para el concejo. Y me refiero al gobierno y a la oposición: no es casualidad el nivel de las iniciativas culturales de estos mandatarios ni el de las intervenciones de los opositores.

El museo se instaló en las escuelas de El Carmen, cerradas en 1973 por la concentración escolar. Habían sido construidas entre 1900 y 1904 gracias a una subvención estatal de 17.000 pesetas y a la ayuda de 5.660 de Ramón Cifuentes, que amplió la cantidad para pagar las modificaciones del proyecto. También colaboró Manuel Coro en la adquisición del terreno, Raimundo Cifuentes en la compra de material escolar y Miguel Llano en la creación de premios escolares.

Las obras para convertirlo en museo fueron hechas por la Escuela Taller de Ribadesella, que rehabilitó todo el edificio, el sótano (para almacenes), la planta baja (para exposición, salón de actos y oficina) y la primera planta, las antiguas viviendas de maestros, para exposición. Las inversiones más notables fueron el forjado (42.000 euros), la climatización (34.000), el ascensor (18.000) y la seguridad (9.500), aunque también se actuó en el tejado, electricidad, saneamientos, pavimentos, carpintería, pintura, fachadas y entorno exterior. Una verdadera fortuna, ahora lastimosamente echada a perder.

Lo que no podemos echar también en el olvido es la historia del proyecto. El diseño teórico de la idea corrió a cargo de la técnico municipal de museos María Jesús Rodríguez, que le dedicó los años 2001 y 2002. Ella fue la que planeó desde un primer momento los contenidos, distinguiendo dos grandes divisiones, la del patrimonio natural y la del patrimonio histórico-artístico, sobre la que se basa el museo.

También contempló subdivisiones para la cultura del río y el mar, los personajes famosos del concejo, el patrimonio etnológico o el cultural, con espacios de 43 metros cuadrados para cada una, aunque en la práctica, al ir llegando remesas como la colección de fósiles del Ordovícico del túnel del Fabar (donada por el Instituto Geológico y Minero de España), las extraordinarias maquetas de Ángel Delgado o las réplicas de las estelas de El Forniellu, se fueron reajustando las ideas iniciales y dándole cuerpo material a la colección.

Si la diseñadora inicial fue María Jesús Rodríguez, que tuvo la confianza municipal para soñar un proyecto ambicioso, el alma del museo ya en funcionamiento fue Teresa del Campo, y lo fue desde su inauguración en noviembre de 2003, con la presencia del ministro de Fomento Francisco Álvarez-Cascos, entonces en la cúspide de su poder y prestigio. Gracias a su apoyo pudieron intervenir los investigadores en las obras del túnel del Fabar y obtener los fósiles. Teresa del Campo fue una trabajadora discreta, eficaz y pragmática, y lo hizo realmente bien durante los pocos años que le permitieron estar al frente del Museo del Territorio de El Carmen, ahora cerrado a beneficio de la polilla y de la inanidad cultural (y turística) del concejo.