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Andrés Martínez Vega

Relatos sobre vitela

Andrés Martínez Vega

La Brigada Sanitaria

Tal pareciera que con el término sanitario nos estamos refiriendo a las circunstancias de pandemia que actualmente ocupan nuestra atención. No es exactamente nuestro empeño, más bien aprovechar el momento para poner de manifiesto que las medidas higiénico-sanitarias que hoy condicionan nuestro diario vivir siempre fueron observadas como prevención de las enfermedades contagiosas, que afectaron al ser humano desde que empezó a organizarse en sociedad y a crear núcleos de personas que convivían juntos en un mismo espacio territorial.

Los ayuntamientos, como unidades locales más cercanas a la población, disponían de departamentos encargados de velar por la salud de los ciudadanos. Desde mediados del siglo XIX las grandes ciudades disponían de un funcionariado específico para desempeñar esta función. El concejo de Piloña, que en las tres primeras décadas del siglo XX contaba con una población de unos 23.000 habitantes, una corporación municipal compuesta por 22 concejales; una villa de gran dinamismo comercial, articulado en torno a la calle principal, en aquellas fechas conocida como la de García Hernández, y actualmente como calle Covadonga; y de un hospital, el de Santa Teresa; disponía, igualmente, de un parque de desinfección, conocido como la Brigada Sanitaria, dependiente de la Brigada Provincial del Instituto de Higiene de Oviedo.

Estaba este organismo constituido por un grupo de trabajadores dirigidos y supervisados en su actividad por el médico forense titular del municipio desde el año 1918, don Francisco Fernández Vigil-Escalera, y por el veterinario municipal, don Andrés Díez Muñoz. Éste, procedente de León, había ejercido su profesión veterinaria en las localidades castellanas de Almanza y Grajal de Campos, desde donde se traslada a Infiesto al ser nombrado el 16 de junio de 1914, previa oposición, veterinario e inspector municipal de Piloña. Como tal, tenía bajo su responsabilidad, además de los cuidados higiénico-sanitarios de todo el ámbito rural, espacio que visitaba a caballo y de la mano de su fiel criado, Paco el ferrador, el servicio de inspección del matadero municipal, la inspección de pescados y la del parque de desinfección.

Este inmueble, de planta baja y propiedad municipal, estaba situado frente a la estación de Ferrocarril de los Económicos; con fachada principal, en cuyo frontispicio se podía leer Brigada Sanitaria, hacia la carretera de Infiesto a Campo de Caso. Era de planta baja y en su interior estaba dividido en dos compartimentos, comunicados internamente entre sí. El conocido como departamento sucio, tenía acceso por la calleja lateral del edificio y a través de él se recibían y se daba paso a los objetos que deberán someterse al proceso de desinfección. Allí serán clasificados, desinfectados y trasladados después al departamento limpio, en el que son devueltos a sus dueños, dándoles salida por la puerta de la fachada principal.

El edificio cumplía con todos los requisitos y detalles sanitarios: luz eléctrica, agua, impermeabilización, desagües, ventilación, luz natural… Los distintos equipos y aparatos de desinfección, que estaban situados entre los dos departamentos y agrupados por secciones y en condiciones de funcionar tanto dentro como fuera del local, eran un ejemplo de modernidad. Ciertamente, sabemos que registraban en su haber una cámara de gases de cinco metros cúbicos de capacidad, pulverizadores, formalizadores, una lejiadora a fuego directo, cuba de inmersión, estufa a vapor, sulfurador, potabilizador… y numerosas sustancias químicas.

El proceso de desinfección, además de producirse en estas instalaciones, se hacía también por el ámbito rural, a domicilio, siendo objeto de estas medidas desde los establos, casas, gallineros, objetos personales, colchones, loza, cristalería y todo tipo de ajuar doméstico hasta las carrozas fúnebres.

Por tanto, nada nuevo aparece bajo el sol; las medidas sanitarias que hoy debemos observar ya eran conocidas por nuestros antepasados.

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