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La columna del lector

La música en las fiestas de La Isla

Es ya un clásico del verano, atemperado los últimos años a causa de la pandemia, pero que revive ahora con fuerza a raíz de las fiestas patronales. En el fondo está el modelo festivo, ya que mientras unos apuestan por la corriente que valora cuanta más gente mejor sin importar ruido, botellón y lo que este lleva asociado, los otros lo hacen por un sesgo más tradicional y apegado a la tipología de un verano de carácter más sosegado como es el de esta aldea colunguesa de La Isla.

Y las diferencias se extienden también a la duración de unas fiestas que oscilan entre los cuatro y los cinco días, algo que consideran disparatado los segundos, mientras que los primeros lo justifican en la necesidad de conseguir la financiación de barraquistas que soporten la programación. Pero hay también puntos en común, no todo son desavenencias. Ambas partes valoran la programación para los niños, los disfraces o unos fuegos artificiales que son, sin duda, los mejores de la comarca. Donde las posiciones sí parecen irreconciliables es en el "ruido" que se genera.

Todos aducen la excepcionalidad de unos días para justificar que la música amplificada rebase ampliamente las cinco de la mañana en un entorno de viviendas residenciales y establecimientos hoteleros –que además durante el resto de la jornada también son sujetos de la música de las atracciones festivas–, mientras que otros creen que no es razonable prolongarla más allá de las dos o tres de la madrugada, lo que permitiría conciliar el sueño y descansar un mínimo al entorno. Así y todo, los partidarios de que la "fiesta no pare" llevan clara ventaja. Estos dos últimos días eran casi las seis de la mañana cuando cesó la música, algo que varios vecinos estudian denunciar ante la Delegación del Gobierno, el Ayuntamiento e incluso los Juzgados.

Convidada de piedra es la Iglesia, propietaria de la parcela festiva, y parte muy activa los barraquistas, quienes respiran en su actividad después de dos años de inactividad para ellos y quienes, al menos, cumplen su parte. A las veinticuatro horas apagan sus altavoces. No todos parecen ser tan "responsables" en La Isla. Todo apunta a que este "culebrón" veraniego continuará.

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