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J. M. Carbajal

El vetusto robledal del campu de San Antoniu, en Cangas de Onís

La urgente necesidad de talar esos bicentenearios árboles, muy deteriorados, y plantar otros ejemplares jóvenes

El robledal de San Antoniu, en Cangas de Onís. J.M.Carbajal

Escribir sobre el vetusto robledal del barrio de Cangas de Arriba, localizado en la parte alta de la ciudad de Cangas de Onís, justo al lado de la capilla donde se venera a San Antoniu, no es nada fácil, pues, se trata de uno de los lugares con indudable valor histórico, sentimental y ecológico en la antigua Cánicas. Pero, dicho esto, ha llegado el caso de poner las cartas boca arriba, pese a quien pese, dado el patente deterioro que presentan esos gigantescos y espectaculares ejemplares. Duele en el alma, pero no hay más remedio de decirlo alto y claro, aunque algunos no lo quieran entender así.  

Los centenarios robles fueron plantados por Sebastián Posada y Soto, segundo marido de Juana, la hermana de don Gaspar Melchor de Jovellanos, en 1786. Así queda recogido en la inscripción que se puede contemplar en la mesa de piedra ubicada en medio del susodicho robledal de San Antoniu, que cada 13 de junio –y desde hace nueve décadas-, es fiesta local en Cangas de Onís. Lógicamente, esos vetustos árboles, en su conjunto, han cumplido con creces su ciclo vital y por eso es necesario actuar para evitar males mayores. 

En tiempos pasados el robledal acogió “el mercado de ganado durante algunos decenios”, exponía no hace mucho un estudio llevado a cabo por una empresa especializada. “Estos usos, y una continua mala praxis con la que se ha tratado al robledal, junto con el nulo mantenimiento, y el escaso respeto, ha dado como resultado un robledal profunda e irreversiblemente dañado, inmerso en un proceso de decaimiento o die-back que ha producido el debilitamiento de la estructura de los ejemplares cuestionando su supervivencia”, sentenciaba. 

Los años siguen transcurriendo a velocidad de vértigo y, como no podía ser de otra manera, de vez en cuando ponemos la mirada en ese bucólico paraje de la vieja capital del Reino de Asturias, sobremanera cuando se avecinan las fechas festivas de San Antoniu –en junio-, para volver a debatir pros y contras. Creo, en mi modesta opinión, que llegó el momento de plantearse la tala –que no poda- de los históricos robles de Cangues d’Arriba. Es fácil decirlo, pese a que resulte difícil y controvertido asumir esa decisión por parte de la autoridad competente. Insisto, duele en el alma, pero no hay otra opción. Más pronto que tarde habrá que hacerlo. 

 Dicho esto, y con todo el respeto del mundo, sin llegar a sumirnos en un discurso demagógico y cargado de tintes políticos, es el momento de tomar el toro por los cuernos –tan en boga estos veranos por nuestra comarca suroriental- para asumir de una vez por todas la urgente necesidad de talar esos bicentenarios árboles. ¿Y después? Por supuesto, plantar otros jóvenes, de la misma especie, en ese mismo paraje cara a futuras generaciones de cangueses y canguesas. No hay que temer nada, sino todo lo contrario, Más vale prevenir. 

A bote pronto resultará tarea ardua un tanto difícil tratar de convencer a la ciudadanía de Cangas de Onís de que es ineludible actuar ya. Alargar el dilema no es la solución, pues, cuando menos se espera, igual podría acontecer alguna desgracia indeseable. Entiendo que esta sugerencia llegue a crear malestar, incluso que algunos recaben firmas para evitar esa tala o que se prepare alguna que otra algarabía a modo de contestación para evitar esa supuesta tala del robledal. Digo “supuesta”, ya que no soy nadie para ordenar que se ejecute ese trabajo medioambiental, tal sólo lanzo la sugerencia. 

Mientras tanto, buena parte de la ciudadanía canguesa, aquella que gusta disfrutar de zonas recreativas del concejo, se echan las manos a la cabeza cada vez que acuden a Llanu’l Cura, uno de los miradores del valle del Güeña y Sella. Aquí, las competencias en materia de mantenimiento del lugar corresponden al Principado de Asturias. Nada digo que estén viejos los árboles, ¡dios me libre!; nada apunto sobre otras cuestiones……. Lo que sí incido es en la necesidad de realizar labores de mantenimiento de vez en cuando y evitar que se convierta en un “bosque”. 

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