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Andrés Martínez Vega

Relatos sobre vitela

Andrés Martínez Vega

Un ocaso anunciado

El deterioro del patrimonio cultural de Piloña

Por muy previsible que parezca no deja de causar una gran sorpresa comprobar cómo los avatares del tiempo y el escaso celo de su custodia favorecen la desaparición de bienes del patrimonio cultural de Piloña. Lo pude comprobar este verano, en una de mis caminatas veraniegas, al pasar por Vallobal, uno de tantos núcleos rurales como hay en este concejo, que mantiene aún su sosegado y pintoresco aspecto en el marco de la impresionante ladera meridional del Sueve.

Aún me cuesta creerlo, al paso por la carretera, antiguo camino real conocido actualmente como el Camín de la Reina, que une Gijón y Covadonga, se encontraba un pequeño edificio, de características muy populares y, por ende, muy singulares, dado que entrañaba en su plano y factura el modelo de arquitectura popular asturiana, y que no era ni mas ni menos que la casa-hospital de enfermos de lepra presente en nuestro municipio desde la Edad Media.

De las 31 leproserías que en el año 1966 cataloga en Asturias el investigador Tolivar Faes, sólo conservaba su edificio la de Vallobal, pero en este momento puedo confirmar que está en ruina, reducida a un montón de escombros de entre los que emergen las paredes maestras, de esquinas de cantería y paredes a base de mampostería en amalgama de barro y cal.

Sabemos de su existencia en la segunda mitad del siglo XIII por las mandas testamentarias de importantes personajes asturianos; e, igualmente, conocemos la protección que la Corona dispensó a este centro al concederle el título de Malatería y Real Hospital de San Lázaro de Vallobal ; y para el que el rey Felipe V dicta Constituciones en 1740 con el propósito de velar por su funcionamiento y administración.

De poco han servido sus antecedentes históricos, ni su situación evocadora de un complejo hospitalario que incluía hasta la capilla, hoy convertida en iglesia parroquial bajo la advocación de San Lázaro, para el culto específico de los leprosos. Este templo, inmediato a la casa-hospital, y en las inmediaciones de un camino real tenía su propia lectura histórica, al constituirse en un conjunto patrimonial inédito en nuestro territorio oriental, tan interesado en atraer el aire fresco de las peregrinaciones.

El edificio de la leprosería, propiamente dicha se levantaba en un pequeño huerto, el «huerto de los malatos» al que hace claras referencias la documentación y en donde se localizaban las casetas de los enfermos. La primitiva construcción había sido destruida por fuertes temporales, pero en 1611 el mayorazgo Juan de la Villa, nombrado administrador por Real Título, «la hace de nuevo, con paredes de piedra y cal , haciendo una gran portalada y diferentes quartos para los pobres, que con los materiales, tabla y trabajo de los oficiales importara mas de setezientos reales».

Efectivamente, así se conservaba el edificio, aún con una gran portalada y amplio corredor sobre la misma; pero no hubo a favor de su supervivencia que yo sepa ningún tipo de iniciativa, ni vecinal ni oficial, que procurara hacer frente a las deficiencias estructurales que pudiera presentar.

Si realmente este tipo de bienes singulariza el patrimonio municipal, su desaparición supone una pérdida de identidad y un progresivo empobrecimiento, y no estamos tan sobrados; pues conjuntos monumentales en Asturias tenemos muchos, pero un complejo arquitectónico como este de Vallobal, de tanto valor etnográfico, y con 400 largos años de existencia no registrábamos ninguno en la región.

Queda claro que los inventarios de patrimonio no son efectivos por si mismos para la conservación de bienes; muchos resultan obsoletos desde su elaboración y si, además, no se revisan y se mantienen como relaciones estáticas, pues podemos tener cantidad de bienes totalmente desprotegidos como este conjunto hospitalario piloñés.

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