Con sabor a guindas

Metáforas para sembrar sueños

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Emilio Serrano Quesada

Emilio Serrano Quesada

Debo confesarles que soy un profundo enamorado de la metáfora. Pienso que cuando la prosa se hace poesía, y a la inversa, suelo trasladar a mi memoria el sentido recto de la palabra a otro figurativo e ilusionado.

Son muchos los motivos que me llevan a la práctica de esa figura retórica que alimenta mi forma de escribir y me lleva en voladas a ese abrazo entre pensamiento y sentimiento para que mi imaginación, y a la de ustedes, salga en busca de ese destino como recurso literario y, ante ello, estoy convencido de que la metáfora nos sirve para recuperar nuestra autoestima.

Mi buen amigo Francisco Rodríguez, en el prólogo de mi libro "Con sabor a guindas, destilando recuerdos", define, muy acertadamente, como es en él costumbre, mi amistad con la metáfora como una forma de darle sentido a mi vida y así es como tiene, para mí, esa dimensión de hacer de mis sueños realidad.

Me acuerdo también del académico Dámaso Alonso cuando aconseja: "Poetas, no tengáis miedo de estirar demasiado vuestra imaginación, ya que no existe una metáfora, ni aún la más arriesgada, que el tiempo no se encargue de transformarla en verdadera".

Por ello, permítanme airear mis sentimientos al pensar que no hay lugar en el mundo que iguale la belleza de nuestro Principado de Asturias para que la poesía encuentre su mejor parcela y sembrar esos sueños que la llevan al éxito, al amparo del azul de su mar, montañas, ríos, verde paisaje, cultura, arte y gastronomía, todo un encanto para que el disfrute turístico encuentre paz y calma, en nuestra querida tierra.

Ante ello, la metáfora ofrece a la poesía emociones, sensaciones y sentimientos como una comunicación de los más dulces sueños a la realidad y revertida en una experiencia positiva. Así es el alma de la poesía. No tengo dudas de que la imaginación teje con agujas finas e hilos resistentes esas redes defensoras para protegernos de esa posible caída desde las alturas del trapecio de la vida, y defender nuestras palabras, habladas y escritas, hace que el alma del lenguaje sea una feliz compañía.

Ese es mi pensar cuando les ofrezco mis modestos escritos, donde no puedo evitar el uso de la metáfora que, además, es compañera fiel en mi oficio cuando, en mis destilerías y bodegas, me acerco a mis alambiques y soleras de roble. Les hablo, al igual que lo hacía Don Quijote vigilando sus vinos en la posada manchega. Mi conversación, en esa buscada soledad, suelo adornarla con alguna expresión poética de vivientes metáforas llenas de meditación y emociones pidiéndoles el regalo de la mejor calidad para los más selectos paladares. Es una forma, a mi entender, de ofrecerle ilusión a mi vida.

Así las cosas, para unir cuerpo y alma de la poesía no olvidemos que la metáfora es para mí todo bondad y nobleza, allí donde el escritor le ofrece al lector toda una relación de semejanzas para que, a su libre albedrío, elija en su lectura el mejor de sus destinos.

Y en ese figurado sentido de mi amor por la metáfora me ilusiona practicarla y decirme a mí mismo: "A pesar de mis muchos años estoy en la flor de mi edad", o cuando acaricio mi Olivetti para decirle: "Sin ti no soy nadie, solo escribo lo que tú me dictas". Y aprovechando que estamos en esa estación susurrarle a la primavera: "Eres el amor de mi vida". Como ven, por mi parte, lealtad plena a la metáfora y ella me contesta ilusionada: "Qué tengo yo que mi amistad procuras" y para complacerme me confiesa sus silencios y me dice, con emoción, que al despertarse de sus sueños, en oración prudente, le reza a sus internos sentimientos y le habla: "Al alba en su amanecer", "al Sol en su puesta al atardecer", "al jinete de la noche que cabalga a la luz de la luna y estrellas".

Con responsabilidad ética me siento feliz como guardián de la pureza de la poesía y por ello seguiré siendo dueño de mis recuerdos con mi gratitud a la metáfora para mí nunca olvidada. Por todo ello, en ocasiones, hay que alegrar la soledad del pensamiento y trasladarnos a ese cómodo lugar donde nos espera la metáfora como fuente de inspiración, bajo la mirada de la inmensa belleza y felicidad que nos ofrece esta eterna novia que es Asturias como Paraíso Natural.

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