Tomás Antuña, en paz

La muerte de Tomás Antuña fue para quienes le conocíamos mucho peor que una mala sorpresa, porque trajo de inmediato a la mente el recuerdo de la larga serie de fallecimientos que en los últimos años han diezmado su entorno inmediato No pocos de los que conocen a la admirable familia entreguina a la que pertenecía habrán pensado que en el inesperado adiós de Tomás pudo influir el que había dado hace apenas unas semanas su nieta Carmen, infortunada desde su nacimiento. Es posible. Sobre todo porque sabían que antes Tomás había perdido en apenas dos años a su madre, su mujer y un hermano, ausencias que se habían añadido a las de dos hermanos, ocurridas cuando lo lógico era pensar que tenían mucha vida por delante.

Demasiado dolor para asimilarlo sin resentirse, aunque la profesión de Tomás tuviera como objetivo preservar la salud para alargar la vida, pues fue médico. Desarrolló su carrera en el Oriente de Asturias, primero en Ponga y luego, sobre todo, en Llanes. Y seguro que se hizo querer tanto por su talento como por su talante. El torrente de flores que inundó ayer el tanatorio llanisco fue una elocuente muestra del afecto que se había granjeado en todos los ámbitos sociales, desde el público hasta el privado, desde lo colectivo a lo individual. La muerte de su mujer, Luisa María, entreguina como él, le sumió en un vacío que trató de llenar con la entrega a la actividad pública, lo que no dejó de ser una suerte para el concejo que había adoptado como suyo. No dejó de ser una suerte para Llanes, tanto por su capacidad como por su carácter.

Tras haber sido promotor en el ámbito privado de iniciativas tan necesarias como una residencia para mayores se entregó luego a la gestión pública. En la actualidad era teniente de alcalde del ayuntamiento de Llanes.

Se había volcado hacia los suyos –sus hijos, María y Nacho, lo saben mejor que nadie– y hacia los demás. Pocas veces el deseo de que descanse en paz estará más cargado de razón.

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