Opinión
Paisaje de montaña
La cultura milenaria fruto de la ocupación humana de las zonas altas de la comarca
Gran parte del territorio que configura el espacio de nuestra comarca centro-oriental lo constituyen espacios montañosos –Sierra del Sueve, el Cuera o los Picos de Europa– que en gran parte ciñen las fronteras castellanas con singulares cumbres de alta montaña. El medio, por hostil que pareciera, y el hombre siempre han interactuado en estos espacios, modelando en el transcurso de los siglos un paisaje muy determinado que aún se evidencia con huellas, que no son observadas por la gran mayoría de esa invasión urbanita que últimamente coloniza esos espacios.
Aunque actualmente han perdido gran parte de la función ganadera, que en ellos ejercían muchas familias de pastores, vinculadas a estos territorios de forma transitoria, generalmente de abril a octubre, cuando los rebaños de ganado aprovechaban los pastos de primavera y verano, todavía podemos leer en el paisaje y en la toponimia del lugar muchos de los espacios idóneos para las prácticas del aprovechamiento ganadero.
Aunque parezca inverosímil las peñas, con sus característicos islotes de vegetación, generalmente con flores, ofrecen un alimento con extraordinaria capacidad para nutrir a los ganados. A menor altitud se encuentran las mayadas, espacios llanos y con buena floración herbácea que se reserva para el ganado mayor, generalmente para las vacas de leche, aunque también acoge al ganado menor durante la noche en un claro intento de protegerlo del peligro de las temidas alimañas.
Las xerras ofrecen un terreno abrupto en donde el pasto se alterna con la roca, que aporta nutrientes calizos muy apreciados por los pastores como recurso alimentario. Aunque son zonas especialmente aptas para el ganado menor, también son frecuentadas por las razas vacunas de montaña, como la casina ya que, por sus características esqueléticas, se defiende bien en estos lugares.
Mas próximas al lugar de habitación de la población, ya sea en cabañas o pueblos, se encuentran las cuestas en donde florecen forrajes groseros y brezales que favorecen las funciones digestivas del ganado; por lo general, son espacios pendientes y perfiles redondeados. Son bien conocidas las cuestas de San Vicente, que dan nombre a la parroquia de San Vicente de Cuesta del Sueve (Cereceda, Piloña); la de Pando, en Sotu L’Ensertal (Mestas de Con, Cangas de Onís); o la cuesta de la Joyosa en Camonéu de Cangas.
También en las inmediaciones de los núcleos de población se encuentran las praerías, fincas generalmente cerradas que proporcionan la hierba para la siega en verano, y en el otoño e invierno acogen al ganado para aprovechar el pasto de "toñada". A veces estas praerías son espacios comunes sobre los que recae el derecho de "derrota", una norma del colectivismo germánico, de tradicional e inmemorial aplicación en Asturias, según la cual el pasto se aprovecha comunalmente desde el otoño a la primavera. Luego se cierra el espacio para que con el abonado del ganado pueda regenerarse, de nuevo, el pasto.
No cabe recorrer estos espacios ganaderos sin observar la presencia del "fresnu", una especie arbórea presente con frecuencia en las áreas de pasto y en el entorno de las cabañas. Proporcionaban tanto a los ganaderos como a los rebaños la sombra necesaria en días de verano; sus hojas y corteza se utilizaban por su actividad como antiinflamatorio, laxante y diurético. Una vez secas, son muy apreciadas como alimento para el ganado e, incluso, con ellas se elaboraban los jergones que favorecían el descanso de los pastores.
La montaña, ciertamente, ofrece sus recursos al hombre para subsistir por hostil que sea el medio. La interacción entre ambos desarrolló una cultura milenaria, que impresa en el paisaje aún se ofrece a nuestra escrutadora mirada.
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