Opinión | A bajamar

Ribadesella no debe caer en la trampa: necesita otro puente

Después de año y medio de paralización y sin noticia alguna, la Delegación del Gobierno se ha dignado a comunicar a Ribadesella cuál ha sido la causa de la demora y cuál es la situación actual del puente riosellano, siempre según la perspectiva del Gobierno. Tras dos reuniones en Oviedo con los representantes políticos riosellanos, lo que le ofrecen a Ribadesella son dos opciones: susto o muerte. El susto es un nuevo tablero con dos aceras, una a cada lado. La muerte es un tablero con una acera en lado norte y un carril bici en el sur, sin la otra acera. Por lo visto dos aceras y un carril bici no es posible meterlos porque no caben en los 13,15 metros del tablero, aunque hay que recordar que en los 14 metros que tenía el tablero del proyecto original del año 2000 sí cabía, y llevaba además un paso subterráneo para enlazar el paseo Princesa Letizia con el de los Vencedores del Sella, rechazado ahora por el Gobierno español. Qué desgracia haber perdido aquella oportunidad de un puente nuevo, aprobado (y presupuestado) por el ministro de Fomento Rafael Arias-Salgado y descartado absurdamente por su sucesor, Francisco Álvarez-Cascos.

En realidad las dos opciones que el Gobierno presenta como ultimátum a Ribadesella se reducen a una sola, la del carril bici, con lo que se pierde la posibilidad de que la gente pueda admirar la ría desde el lado sur del puente, por el que sale el sol, se contemplan las montañas y llegan las piraguas a la meta. No es poca pérdida para una villa que vive del turismo y de mostrar sus bellezas naturales. Lo que parece claro es que quieren forzar a los mandatarios riosellanos a que traguen sin rechistar la medicina gubernamental, y si no lo hacen que se preparen para aguantar las consecuencias electorales, la ira vecinal y hasta la responsabilidad del derrumbamiento del puente, del que ahora dicen que está tan mal que no aguanta más.

Ribadesella tiene más opciones que las que le ofrece este Gobierno, un Gobierno que parece no recordar la capacidad de resistencia social de los riosellanos, acostumbrados a agruparse en plataformas para defender sus reivindicaciones, unas veces con éxito y otras no, pero luchando por lo suyo. Ribadesella no debe caer en la trampa y no tiene que optar entre tablero con dos aceras o tablero con carril bici, sino por algo más ambicioso y a la vez más simple: algo que sirva para solucionar en unas condiciones apropiadas para estos tiempos el paso de la ría. Las opciones reales, sin las orejeras que nos quieren poner desde el Gobierno, son básicamente tres:

1ª) Aceptar sin más lo que ofrece el Ministerio de Fomento, que es lo que defienden los afines al Gobierno. Tiene la ventaja de que es una salida a corto plazo y que el año próximo podría haber un paso disponible sobre la ría, pero tiene tantas desventajas que habría que sopesarlas antes de darle luz verde. La primera desventaja es el hecho de tener cerrado el puente a cal y canto durante cuatro meses (que seguramente serán más, como sucede con estas obras), con las consecuencias económicas y sociales que ello conlleva para la población del concejo. Otro inconveniente es que el Gobierno no se haría cargo del coste de las infraestructuras necesarias para asegurar el paso abierto en todo momento y tendría que pagarlo Ribadesella, que no tiene por qué hacerlo ni de dónde sacarlo. Y la desventaja más importante, a mi entender, es la situación en la que va a quedar el puente una vez acabadas las obras, sin la acera de un lado, sin el paso subterráneo y con unas pilastras supongo que muy aumentadas de tamaño, que agravarían el impacto medioambiental y el aspecto amazacotado del puente. Esto último lo barrunto pero no lo puedo evaluar con exactitud, pues hasta la fecha ni el Ministerio ni la Delegación del Gobierno han enseñado públicamente el proyecto ni una mísera infografía donde se muestre la cosa tal como va a quedar.

2ª) Una segunda opción es la de negarse a aceptar la oferta del Gobierno mientras éste no se haga cargo de los medios para tener abierto el paso de la ría todo el tiempo para personas y vehículos, algo que sería posible pero que dicen que es "muy caro". Es la opción que hasta el momento está manteniendo la alcaldía de Ribadesella y que sospecho que no va a ser aceptada por el Gobierno por razones más políticas que técnicas. Si acabara triunfando esta opción (que lo dudo) y el Gobierno instalara un puente provisional, por ejemplo, el resultado final sería también malo, pues tras los muchos meses de obras el puente seguiría teniendo los mismos inconvenientes que los descritos en el punto anterior. Seguiría siendo un puente Frankenstein, recrecido, remendado, agresivo, disfuncional y feo, y así tendríamos que seguir soportándolo muchos años más.

3ª) La tercera opción es, más que un órdago, una apuesta de futuro: la de negarse en redondo a resucitar al difunto, porque el puente actual es un muerto. Si, como dicen desde el propio Gobierno, las pilastras están "muy mal", no sé a qué esperan para hacer un puente nuevo y proteger a la sociedad. El proyecto ya existe desde el año 2000 y solamente hay que recuperarlo y actualizar lo actualizable, sobre todo el presupuesto. Es un puente de cinco pilastras, ligero, diáfano y moderno, que iría próximo al actual desde el Campu les Rolles al Picu. Mientras durara su construcción se podría usar el viejo y se evitaría el gran coste social (y económico) que va a tener la obra que pretende el Ministerio. He oído decir que no se puede hacer un puente nuevo porque "afectaría al medio ambiente de la ría", cuando en realidad tendrán mucho más impacto las trece intervenciones que hay que hacer en las trece pilastras actuales que en las cinco que llevaría un puente nuevo. Estaría bueno que ahora no se pudieran hacer puentes, ¿pero qué mentecatez es ésta?

Ribadesella se juega mucho en este envite y sus representantes no pueden perder la cabeza, ni en la oposición ni en el gobierno. Los que se equivoquen lo van a pagar en las urnas y se lo van a hacer pagar a la comunidad riosellana, que es lo que realmente importa. Es la hora de pensar en lo que le conviene a la villa a medio y largo plazo, más allá de lo que dure la estancia de estos ciudadanos en los escaños municipales.

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