Opinión
Apostemos de una vez por el tren de cremallera a los Lagos de Covadonga
El futuro de la regulación de acceso debería enfocarse a través del remonte ideado hace dos décadas por Juan José Tielve como alternativa al actual sistema de buses-lanzaderas
El operativo del plan de transporte en servicio público a los Lagos de Covadonga lleva más de una década en funcionamiento, desde que lo impulsara el entonces presidente del Ejecutivo asturiano Vicente Álvarez Areces (PSOE) y con el beneplácito del Gobierno municipal de Cangas de Onís, presidido en aquella época –2004- por el Alfredo García Álvarez (PSOE). A lo largo de esa larga década el controvertido sistema de lanzaderas en autobuses y taxis ha tenido tanto detractores como benefactores, aunque en los últimos tiempos parece totalmente asentado, en épocas puntuales, registrando cifras de récord para un espacio natural protegido. ¿Ese controvertido sistema es el futuro que aguarda al sector turístico en nuestra querida área de influencia de la comarca de los Picos de Europa?. Perdonen, pero discrepo totalmente y sugiero voluntad y altura política para abrir el debate sobre otras alternativas.
En mi modesta opinión, tras esos cuatro lustros de funcionamiento, creo que el mejor sistema de regulación de acceso a la vertiente canguesa del parque nacional de los Picos de Europa sería aquel tren de cremallera ideado por quien fuera consejero de Fomento del Principado de Asturias, Juan José Tielve, en el otrora Gobierno del Partido Popular que presidió Sergio Marqués –antes del enfrentamiento entre los conservadores que acabó como el rosario de la Aurora-. Hablamos de mediados de los 90 del siglo pasado y un proyecto que se preveía acometer en el año 1998, aunque fue rechazado en la Junta General. La inversión ascendía a unos 13 o 14 millones de euros, aportados por el Principado, aun cuando estaba previsto recabar ayuda de la Administración central. El tren de cremallera invertirá en su recorrido unos 15 o 20 minutos y tendría una capacidad de transporte de 900 viajeros cada hora.
La alternativa al tren de cremallera, cuyo proyecto acabó en el baúl de los recuerdos pese a ser el sistema idóneo, insisto y no me cansaré de decirlo, fue el actual plan de transporte en autobuses, con una serie de aparcamientos disuasorios a lo largo del trazado entre la urbe canguesa y el área de servicio de Buferrera. Entre tanto, una potente empresa de transportes gestionando el sistema –la misma que, llegado el caso, podría asumir el conglomerado de un futurible tren de cremallera a los Lagos de Covadonga- y un Ayuntamiento, el de Cangas de Onís, que lleva un montón de tiempo a la espera de que un pequeño porcentaje de la venta de los tickets revierta en las propias arcas municipales. ¿Se imaginan solo 50 céntimos de euro por cada ticket expedido que fuese para el Consistorio cangués? Un pastizal, todo hay que decirlo,
Por otra parte, allá por el año 2007, previo acuerdo con el Arzobispado, el Ejecutivo regional avanzaron que el remonte conectaría la finca de Les Llanes, en las inmediaciones de El Repelao, con la zona conocida como la Casa del Jardinero, ya en el santuario mariano. Dispondría de dos vagones panorámicos, con capacidad total para 120 pasajeros, que evitarían un trayecto de 1,5 kilómetros por la carretera. El Principado tenía previsto iniciar las obras en 2009, pero unos meses después, a finales de 2010, la Comisión Permanente del Patronato de Covadonga descartaba el elevador, debido a la crisis económica. Hoy en día, la casona de Les Llanes está tomada por la agreste naturaleza, con la techumbre semihundida, una vez fracasado el ambicioso proyecto que incluía la construcción de un centro de visitantes, entre otras cosas. Al final, ni uno ni otro. Todo reposa en algún cajón o armario en espera de que alguien los rescate del ostracismo.
Mucho ha llovido desde que remontes y funiculares comenzasen a airearse por el área de Covadonga y los Lagos, pero, a estas alturas, todavía no me creo que el sistema de buses-lanzadera acabe por ser la panacea como regulación del acceso al espacio natural protegido, teniendo en cuenta la problemática que presenta, año tras año, la deteriorada carretera CO-4, con la matraca de decenas de buses-lanzadera subiendo y bajando. ¿Por qué no retomar el proyecto del tren de cremallera? Estoy convencido de que es compatible con el medio ambiente y, al mismo tiempo, serviría para regular el acceso de vehículos -que no prohibir, en modo coto privado- por la angosta CO-4. Aún más: habría que dar con grupos de inversores con capacidad para afrontar ese ambicioso proyecto, inclusive a través de la creación de una empresa mixta, junto al Principado de Asturias, Ayuntamiento de Cangas y la asociación de empresarios de la comarca de los Picos de Europa (Incatur).
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