Opinión
Tiempo de Carnaval
Los festejos del Antroxu, que ya se celebraban en Arriondas hace casi 150 años
No es fácil imaginarse el Carnaval en Arriondas hace casi ciento cincuenta años, pero sabemos que sí se festejaba, dado que esa celebración fue la causa de la suspensión del pleno municipal del martes, 29 de febrero del año 1876, de modo que en el acta levantada por el secretario haciendo notar que la mayoría de los concejales no había asistido, escribió: “No se celebró sesión, ni el Sr. Presidente acordó exigir multas a los concejales, por ser día de carnestolendas, consagrado a la expansión y diversiones del Carnaval”.
¿Se imagina el lector cómo sería hace casi siglo y medio la celebración del Carnaval en Arriondas aquel martes de año bisiesto, apenas un mes después del masivo fraude electoral del que nació la Constitución de 1876 en el inicio del reinado de Alfonso XII?
Veinte años después -en 1896- comenzarían a celebrarse las fiestas populares en honor a santa Rita de Casia, las cuales sustituyeron a las de san Andrés que se celebraban desde 1665 y a las de Ntra. Sra. del Rosario, desde 1760.
El origen de los carnavales o carnestolendas echa sus raíces en la Edad Media, muy rígida en cuestiones de ayunos, penitencias y cumplimientos religiosos. Puesto que se imponían 40 días de inflexible religiosidad y de prohibición absoluta de comer carne, el pueblo decidió apurar los días previos para fiestas y regocijos varios.

Participantes en un desfile de Carnaval del año pasado. / Miki López
La prohibición del Carnaval en España a partir de 1939 se alargó durante décadas y -salvo algunos brotes aislados- se cumplió estrictamente y así se hacía saber a los ayuntamientos por medio de la correspondiente circular anual.
En un acta municipal del ayuntamiento parragués del año 1953 se hace notar que el alcalde pasó notificación a la Policía Municipal para que -un año más- velase por el cumplimiento de las circulares que remitía el Gobierno Civil, según las cuales estaban prohibidas las fiestas de Carnaval, por lo que no se podían exteriorizar de ninguna forma “estando prohibida la utilización de distintos disfraces y caretas o cualquier forma de desfigurar el rostro”.
La intransigencia religiosa y política siempre se llevó mal con el Carnaval e hizo cuanto estaba de su mano para prohibirlo, silenciarlo, amedrentarlo o aminorar su influencia. El aparente desorden social reinante en estas fechas siempre fue temido por las autoridades.
La sociedad va evolucionando y las mentes inquisitoriales han sido barridas casi hasta de la memoria colectiva, aunque haya que tratar estos y otros muchos asuntos de acuerdo con el tiempo, las circunstancias y las mentalidades del momento en que tuvieron lugar.
Sabido es que la celebración del Carnaval varía de año en año, pues -oficialmente- tiene que preceder al llamado Miércoles de Ceniza, jornada que abre el ciclo cuaresmal de los cuarenta días que anteceden al Domingo de Ramos -que en este año 2025 será el 13 de abril-, fiesta movible, de acuerdo con la primera luna llena de la primavera que rige el día de la Pascua de Resurrección -el domingo siguiente- puesto que los hebreos salieron de Egipto guiados por Moisés y celebraron ese acontecimiento en la primera luna llena de cada primavera. Era su Pascua, el paso, la salida hacia la tierra prometida.
De hecho, la Pascua puede ser tener lugar entre el 22 de marzo y el 25 de abril, en una “horquilla” de más de un mes. Hablamos -lógicamente- de la primavera boreal del hemisferio norte.
El Carnaval tenía su preparación, ambiente y festejo siempre en relación con la cenicienta Cuaresma, siendo actualmente celebraciones muy generalizadas a modo de lejano remedo de los portentosos carnavales del Renacimiento, a su vez heredados del Medievo.
El Carnaval asturiano -de nombre “antroxu-”(con sus variantes de “antroxo”y “antroido”) se ha extendido por todo el Principado con general aceptación, volviendo en algunos casos a recobrar el sentido que había perdido, aunque sus orígenes eran más propios del ámbito rural que del urbano.
No podemos separar estas celebraciones de su vertiente gastronómica, donde son casi obligatorios los productos relacionados con los recientes “samartinos”, con los “boroños preñaos” y tortas de harina, además de todo tipo de dulces que se suman a los festejos, porque frixuelos o fayuelas (equivalentes a las “crêpes” de algunos lugares de Europa), o los “buñuelos de viento”, se hacen presentes en las mesas, y todo ello bien acompañado de sidra.
Se alargan ahora estos festejos durante los meses de febrero y marzo -incluso hasta cerca de la Semana Santa, en abril- con la intención de que no coincidan en localidades próximas, mientras su varias veces centenaria celebración se ha recuperado con fuerte y general implantación.
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