Opinión
Adiós a la "hija del Belga"
Marian Gevers, trotamundos vocacional y profesional, recibirá este jueves un homenaje póstumo en Ribadesella
Al mediodía de ayer falleció en el Sanatorio Adaro de Langreo Marian Gevers, la “hija del Belga”, tras un año de hospitalización. Su padre, Marcel Gevers, “el Belga”, fue todo un personaje en Ribadesella, pues en los años 50 sorprendió a todos comprando -parcela a parcela- el monte Corveru (el cerro de la ermita de Guía) con objeto de construir allí una urbanización, o al menos eso era lo que creían los riosellanos. Con el paso de los años se vio que la iniciativa se iba a reducir a cuatro casas unifamiliares, aunque las obras para la construcción de una carretera montaña arriba, los trabajos de desmonte, la habilitación de muros y contrafuertes y la cimentación de los edificios en aquella ladera pizarrosa fue una labor cara y titánica.

Marian Gevers. / LNE
El móvil de semejante aventura fue una promesa hecha por el Belga a su esposa, Jenny Gutwirth, que era judía y natural de su misma ciudad, Amberes. Ambos habían escapado de la ocupación nazi de Bélgica y habían acabado en el Congo Belga, aunque en los años 50 ya vivían en Madrid. En unas vacaciones descubrieron Ribadesella y Jenny, ya enferma, le hizo prometer que construiría una casita en el Corveru. Ella falleció en 1957 y no pudo estrenarla, pero Marcel se obsesionó con la promesa, acabó la casa y llegó a hacer tres más. Se casó de nuevo (con Yvonne, una vascofrancesa) pero su comportamiento y su personalidad se deterioraron al quedarse sin la mujer que había llevado el timón de su matrimonio y de sus actividades económicas, nada comunes y de alto riesgo, como se verá próximamente en la película documental de José Antonio Quirós “La placa. Una familia”, que muestra la asendereada vida del Belga y su familia.
En Ribadesella nada se sabía de la cara oscura de este personaje, que a ojos de todos pasaba por ser un periodista belga excéntrico y rico. Desde el periódico local “Somos” se le rindió pleitesía, saludándolo como un mesías de la marca turística “Costa Verde”, pero sin conocer realmente sus intenciones ni sus actividades.
El eje narrativo de la película de Quirós es precisamente Marian, la segunda hija del Belga, nacida en agosto de 1955, dos años antes del fallecimiento de Jenny, su madre. Nació en Lisboa y la trajeron a Madrid, iniciando así una vida de trotamundos vocacional y profesional. Llegó a hablar siete idiomas (español, francés, inglés, alemán, portugués, turco y farsi, una lengua persa), que le sirvieron para trabajar como traductora y directiva en Alemania durante dos décadas. A ello le unía una buena base formativa en el Liceo Francés de Madrid, una licenciatura en Derecho en la Universidad de Burdeos y una inteligencia fuera de lo común. Además de sus valores intelectuales, Marian siempre hizo gala de sentido del humor, sensibilidad artística y musical, firmeza en la amistad y un posicionamiento político progresista y de izquierdas, o al menos de la izquierda tal como la conocimos y vivimos hace algún tiempo, antes de las corrupciones actuales.
Tras haber tenido malas relaciones con su padre (del que apenas tuvo herencia) y de haber pasado por matrimonios complicados con un turco y un alemán, se asentó de regreso en Asturias, a la que siempre ha considerado su tierra. Acabó en una casita modesta en el Valle de Turón y apreciando muy sinceramente a las gentes de la cuenca minera. Allí le sucedió lo mejor de sus últimos tiempos, el reencuentro con José Luis, su amor de adolescente en Madrid, que vino a Asturias cincuenta años después para vivir con Marian hasta que él falleció. Ella, con la salud debilitada y en estado de dependencia física, tuvo que ser hospitalizada y ya no pudo volver a su casita turonesa, donde guardaba sus pertenencias y los libros que había rescatado de la gran biblioteca de su padre en el monte Corveru, instalada en un búnker de hormigón hoy vacío y oculto por la maleza.
Mañana jueves, a las 6 de la tarde, habrá un pequeño acto de despedida en el monte Corveru, al lado de la ermita de Guía, teniendo a la vista lo que fue su casa, su mar y sus montañas. Y también su pueblo, porque si Marian Gevers fue de algún sitio, ese lugar fue Ribadesella.
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