Opinión

Una pérdida irreparable

El cierre de un establecimiento emblemático

La única panadería del concejo de Amieva resistió 109 años. Sobrevivió al desastre de la guerra y a la hambruna de la posguerra, a cambios de titularidad y a jubilaciones, a crisis económicas y a tribulaciones humanas… pero no ha podido con la burocracia. Las exigencias normativas para que la hija de la actual titular siga con el negocio son de tal magnitud que se hacen imposibles de cumplir.

Es doloroso, porque Panadería Santillán no es solo un despacho de pan; es también –y sobre todo– un centro social y de reunión, donde hay tertulias a diario, por donde pasan decenas de personas, donde se dejan medicamentos, paquetes, cartas, encargos, recetas y mensajes; donde se reúnen cazadores, montañeros, camioneros, vecinos y visitantes; donde se hacen favores con amabilidad y diligencia. Entrar en el local es sentirse en casa. La panadería de Santillán debería ser declarada patrimonio cultural, y su enorme horno circular de leña, único, patrimonio industrial.

Resulta paradójico que los políticos se llenen la boca hablando de la España vaciada mientras la España vaciada se sigue llenando de vacío. El domingo 22, cuando María José Fana empiece a disfrutar de su merecida jubilación, el concejo de Amieva perderá algo más que una panadería, perderá una parte de su esencia, de su historia y de su vitalidad. Asturias, también.

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