L. S. N.

«Villa María Magdalena», el palacete de la avenida de Galicia, tiene tras de sí una larga y novelesca historia en la que no falta casi de nada, desde embrolladas tramas urbanísticas hasta secretos de familia (una supuesta heredera de los Figaredo, no reconocida, se personó en su día en el procedimiento judicial).

El chalé, hoy rehabilitado con un proyecto del arquitecto Emilio Llano, nació como «Villa Julia», en 1902, de mano del arquitecto Juan Miguel de la Guardia, por encargo del comerciante de ultramarinos Victoriano G. Campomanes. La casa se vendió a un industrial, que se arruinó, y salió a subasta en los años veinte. Lo adquirió Alfredo Figaredo Herrero, casado con María Magdalena Argüelles. Así cambió de nombre. A principios de los años noventa, María Magdalena Argüelles, ya anciana, continuaba viviendo en la mansión, cuya propiedad cede a una sociedad de la familia Figaredo -de la que forma parte el ex ministro Rodrigo Rato Figaredo- a cambio de una renta vitalicia. Pocos meses después, falleció sin testar. La finca ya era de Proina, sociedad con la que Miguel Ángel Menéndez del Fueyo firmó un alquiler con opción a compra. En enero de 1995, el grupo de Del Fueyo planteó un convenio urbanístico para que el Ayuntamiento obtuviese el palacete, con objeto de hacer en él la residencia del Príncipe Felipe en la ciudad. El convenio se planteaba a tres bandas: el Ayuntamiento permitiría edificar a Del Fueyo en una parcela del cercano Club de Tenis a cambio del palacete. El club recibiría una parte de los jardines de la mansión. El convenio, en medio de una gran polémica política, fracasó. Y se iniciaron los trámites de la expropiación. Un segundo convenio -para edificar un edificio en el jardín- también fracasó. La finca se rehabilitó y abrió al público, y la expropiación se enredó en juicios.