El funeral por Ángela Orán reúne a destacados docentes locales
«Vivió consagrada a la enseñanza», resaltan amigos y familiares en el adiós de la profesora del Alfonso II

Familiares de Ángela Orán, durante el funeral celebrado ayer en la parroquia de Nuestra Señora del Carmen. / jesús farpón
Pablo GONZÁLEZ
«Una mujer muy interesante, cultivada y sensible». Ésta es la imagen con la que, a grandes rasgos, se quedan los amigos y familiares de Ángela Orán Jáuregui, profesora jubilada del Instituto Alfonso II, que ayer fue despedida en un funeral celebrado en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Carmen de Oviedo.
Unas 150 personas, entre las que se encontraban destacadas personalidades de la enseñanza, acudieron al oficio fúnebre por Ángela Orán, fallecida el pasado 16 de marzo en Gijón, a los 94 años de edad. Por la iglesia ovetense pudo verse, entre otros, a profesores de la Universidad de Oviedo como David Ruiz o Juan Luis de la Vallina Velarde. «Era una persona íntegra en todos los aspectos», destacaba Ignacio Ruiz de la Peña, director del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA). Como profesora de Lengua y Literatura, Ángela Orán brilló, en palabras de Ruiz de la Peña, como «una docente vocacional al viejo estilo. Vivió consagrada a la enseñanza».
Desde su púlpito dio a conocer a sus alumnos a autores proscritos en épocas pasadas como Alberti, Salinas, García Lorca o Neruda. «Presenta una esas biografías ejemplares. Y todo ello se lo transmitió a su hija (Loli Granda) y a su yerno (Carlos Prieto González), otros dos docentes extraordinarios», insistía Ruiz de la Peña, para sentenciar: «Es un modelo de profesora que mucho me temo que no se vuelva a repetir. En cierta manera es lógico porque las circunstancias tampoco son las mismas». «Era una profesora clásica de Literatura, que se acercaba mucho a sus alumnos. Junto a ella, aprendí mucho», resumía Carmen Ruiz-Tilve, cronista oficial de Oviedo, que conoció a la desaparecida en 1967. Por su parte, José María Casielles, compañero en su época de docente, explicaba: «Era una mujer entrañable, amable y activa. Poseía un carácter maravilloso. En definitiva, una persona que deja huella».
Mientras, familiares como Marilis Sanpil señalaban otra de sus facetas: «Estaba al día de todo lo que ocurría en su época», aseguraba, para enlazar: «Hasta los noventa años cumplía con sus partidas de bridge, lo que demuestra que poseía una agilidad mental tremenda». «Fantástica, amable, simpática, cariñosa y encima inteligente. Unas cualidades que dificilísimas de encontrar en la misma persona», sentenciaban Antonio García Mauriño y Teresa de Torrente.
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