Idoya RONZÓN Los agentes del Cuerpo Nacional de Policía que acompañaron a José Carlos Augusto Braga a la cantera de Bueño donde había dejado el cuerpo de su esposa, en marzo de 2006, aseguraron ayer ante el jurado que el hombre mostraba una «tranquilidad sorprendente» cuando estuvo frente a frente con el cadáver. Tras cometer el crimen, Braga (después de visitar a su madre y a la mujer con la que mantenía una relación extramatrimonial) se trasladó a la Jefatura Superior de Policía de Oviedo, donde aseguró que había acabado con la vida de la madre de sus dos hijos, Isaura Pascual, de 32 años. Aún no había interpuesta ninguna denuncia por la desaparición de la mujer.

La segunda sesión del juicio por la muerte de Isaura Pascual se celebró ayer con los testimonios de los policías y guardias civiles que intervinieron en la investigación. Para hoy (última jornada de la vista antes de las deliberaciones del jurado) se esperan las declaraciones de los forenses que practicaron la autopsia al cadáver y demás peritos, que disertarán sobre el estado mental del acusado.

José Carlos Augusto Braga confesó el crimen e incluso el móvil en la propia cantera donde mató a Isaura. A los agentes de la Policía les aseguró que «no consentía» que su esposa se viera con otro hombre, a pesar de que él convivía con otra persona, con la que después incluso tuvo otro hijo, concebido en la propia cárcel de Villabona. También confesó ante la Guardia Civil, junto al cadáver. Allí, en El Cogollo, explicó que acuchilló a Isaura y que después, cuando yacía en el suelo, le aplastó la cabeza con una piedra. Lo dijo espontáneamente, según explicaron los agentes. Después, en el cuartel, afirmó no recordar nada. Lo mismo que mantuvo durante su intervención en el juicio.

Según la Guardia Civil, la colaboración de José Cargos Augusto fue vital para localizar el cadáver con tanta prontitud. El cuerpo estaba en un lugar «casi inaccesible», al que «hubiera costado muchísimo llegar» sin una indicación previa, apuntaron los agentes. Este punto es de vital importancia para el desarrollo del proceso, ya que tanto el fiscal coordinador de Violencia de Género, Gabriel Bernal, como el abogado de la defensa, José Carlos Botas, intentarán convencer al jurado para que aprecie en la condena la atenuante de confesión. Y ésta, según el Código Penal, sólo es válida si se produce cuando aún no hay un procedimiento abierto contra el posible sospechoso.

Actitud «indiferente»

Según la investigación desarrollada por la Policía Judicial, José Carlos Augusto no acabó con la vida de Isaura en el lugar donde fue encontrado el cuerpo. Éste fue arrastrado al menos doce metros, hasta llegar a una zona apartada, con maleza. En el lugar se encontró una hoja de cuchillo ensangrentado, con el que se cometió el crimen, y la piedra de 15 kilos que el acusado arrojó sobre la cabeza de la fallecida. Restos de sangre por todas partes «delataban» casi al detalle lo que allí había sucedido.

Las declaraciones de los policías y los guardias civiles, a falta de los testimonios de los peritos (que se producirán hoy), echaron por tierra las pretensiones de la defensa, que mantiene que José Carlos Augusto había bebido antes del crimen, lo que pudo afectar a su estado mental. Según los agentes, el acusado «hablaba con normalidad» y se comportaba «con coherencia». Uno de ellos hasta utilizó la palabra «indiferente» para referirse a su actitud. De hecho, añadió otro, cuando vio el cadáver «no se sorprendió».

La última persona en ver con vida a Isaura Pascual fue J. M. S. C., entonces propietario de un bar de Ribera de Arriba donde la pareja paró antes de adentrarse en la cantera. «Pidieron dos cafés, estarían en el local diez minutos. La mujer (Isaura) fue al baño y él aprovechó para pagar, con un billete de cinco euros. Después fue él quien bajó al baño y, al salir, quiso volver a abonar las consumiciones. No recordaba que ya lo había hecho». Según el hostelero, que no apreció el más mínimo síntoma de embriaguez en el acusado, el matrimonio se comportó de forma «normal», sin discutir.