Jesús Rodríguez (Luarca, 1987) es conocido por sus compañeros del Conservatorio Martínez Torner como «Jesús viola». Adoptar como apellido el instrumento es algo normal en la jerga de los jóvenes instrumentistas. La música es una carrera de fondo que comienza desde los años más tiernos. Y Rodríguez defiende con pasión sus exigencias y virtudes. El músico afincado en Oviedo ha sido uno de los ocho violas titulares seleccionados en Europa para la «Gustav Mahler Jugendorchester», considerada la mejor orquesta juvenil del continente. Rodríguez tiene claro que quiere seguir perfeccionando su instrumento. Aunque, cuando habla de su «maestro», todo son flores para Wieslaw Rekucki, su profesor en el Conservatorio ovetense. «Me puso la viola en las manos. A él le debo ser el músico que soy. Desarrolla las cualidades individuales de cada alumno. Y me dio aliento cuando las cosas se oscurecían».

-Entra en la «Mahler» a dos años de terminar la carrera.

-La Orquesta «Mahler» es el nexo de unión perfecto con Europa. Es una gran oportunidad porque quiero completar mi formación en el extranjero. Estoy en vías de concretar el ingreso a la Yale School of Music de Estados Unidos, donde Jesse Levine, el que fuera primer director de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias, da clase. Desde hace tiempo ya tenía a la «Mahler» en el punto de mira, por su prestigio en Europa. De hecho, iba a presentarme a las pruebas que convoca en España, pero no pude al no cumplir la condición de pertenecer a la Orquesta Nacional. Así que probé en París, que es uno de los tres puntos de referencia en Europa de la «Mahler», y donde la competencia, entonces, es especialmente dura. Se presentaron otros 27 violas.

-Y la cosa fue bien.

-Sí. Es muy gratificante pertenecer a esta orquesta, que me permitirá trabajar con directores de tanto nivel como Claudio Abbado, o Herbert Blomstedt y solistas como la pianista Martha Argerich, o los hermanos Capuçon, con los que ya he podido tocar el pasado mes en el Palacio de Luis II en Baviera. La «Mahler» es el broche de oro con el que terminaré mis estudios en España. Pronto empezaré otra etapa. Será difícil combinar el Conservatorio con la orquesta estos dos años, pero es cuestión de organizarse.

-¿Le atrae el mundo de las orquestas o formar parte de ellas es cuestión de inercia o necesidad para el músico?

-Tocar en la sección de «tutti» de una orquesta no me atrae. Mi profesor Rekucki me ha inculcado un gran trabajo con visión de solista. La «Mahler» echa por tierra el mito de que, al formar parte de una orquesta, puedes tocar menos; es decir, molestarte menos en alcanzar un nivel de interpretación. Cada sección de la orquesta tiene su maestro, con el que prepara los programas. Los profesores provienen de los principales conservatorios de Europa y de las Filarmónicas de Berlín y Viena, como Wolfgang Christ para la viola. La «Mahler» me ayuda a huir de toda interpretación estandarizada. Me gusta buscar la naturalidad técnica, pero con un imprescindible punto de vista personal, que implica la calidad sonora de cada músico.

-¿Qué planes le esperan tras haber entrado en la «Mahler»?

-Una vez que entras, formas parte de la orquesta hasta los 26 años. Organizan dos giras internacionales al año. Tenemos la posibilidad de tocar música de cámara con otros miembros de la orquesta y con grandes solistas. En la «Mahler Academy» preparas obras de cámara y para solista durante el mes de septiembre, que luego presentas a concurso.

-¿Y dónde se ve en un futuro?

-De momento, la imagen más cercana es terminar el Grado Superior en Oviedo. Y luego confirmar lo de Yale. Me gusta pensar en el futuro tocando en el presente. Llegar a la cúspide en esta carrera -que para mí sería tocar de solista o en música de cámara-, es difícil. La selección es cada vez más dura. No desecho dedicarme a otros ámbitos, pero siempre ofreciendo la máxima calidad.

-¿Se piensa que la carrera musical es un complemento?

-El problema es que hay gente que ignora en qué consiste esta carrera, que tiene un amplio abanico de salidas profesionales que otras ni tienen. La música es el lenguaje universal. No sólo abre el campo del instrumentista a todos los países, sino que, por sí misma, acerca culturas. Animo a los padres a inculcar a sus hijos la pasión por la música. El hobby se convierte en una forma de vida. Apasiona profundizar en un arte que forma parte de la vida diaria de todo el mundo: la música.

-Que recorten las horas lectivas de Música no ayuda mucho.

-Impide que se forme una base de conocimiento cultural. La música es cultura general. Y no sólo me refiero ya a la música clásica. Es una materia más que no puede restringirse a los estudios del Conservatorio, que es donde el conocimiento se especializa.

-La música está a pie de calle. ¿le molesta el diletantismo?

-No me molesta, aunque sí observo cierto intrusismo. Lo que ocurre en España, a diferencia de otros países europeos, es que falta todavía un reconocimiento hacia la música clásica y sus instrumentistas. Por ejemplo, el otro día vi a dos chelistas en el programa «Tienes talento». No puede compararse su espectáculo a la labor que realiza un solista del chelo.