El calvario de los vecinos del número 18 de Joaquina Bobela está a punto de terminar, con el cierre de El Montecito de Las Vegas por incumplimiento reiterado de la legislación en materia de horarios, ruidos e incluso sanidad. Han sido más de dos años sin dormir una noche entera para los que se han quedado, porque más de un propietario optó por el exilio. Un vecino del inmueble, que prefiere guardar el anonimato, por temor a represalias, ha relatado a este periódico la «pesadilla» en la que se convirtió su vida desde la apertura del local, el 12 de febrero de 2006.

«Nos imaginamos que una mercería no iban a abrir, cuando vimos al personal, y fuimos al Ayuntamiento a pedir información en diciembre de 2005», cuenta. «El local abrió el 12 de febrero, y dos días después, el 14, la comunidad de propietarios del edificio ya estaba poniendo la primera denuncia por ruido», prosigue. «Luego nos enteramos de que la licencia de apertura se la dieron el día 20, con lo que había abierto sin licencia. Si empezamos así, vamos mal, pensamos todos», relata.

Si el bar abrió en febrero de 2006, la primera orden municipal de cierre le llegó sólo dos meses después, el 24 de abril. Seis días antes, un miércoles a las once de la noche, la música del local alcanzaba los 104 decibelios. Sin embargo, la orden de cierre no hacía alusión al ruido, a los horarios o a la música, sino a la falta de higiene en los baños, a la ausencia de un ventilador y a la carencia de varias licencias de manipulación de alimentos. «Nunca entendimos cómo dieron de paso siquiera la apertura, con estas carencias», cuenta el vecino.

El local permaneció cerrado durante un mes, volvió a abrir y en agosto el Ayuntamiento ordenó de nuevo el cierre por el mismo motivo. «El desprecinto se autorizó en octubre, pero doy fe de que en San Mateo el bar estaba abierto. Siempre se saltaron la ley a la torera», añade el mismo vecino.

Las peleas y las reyertas a la salida del local comenzaron a ser una constante en esa época. «Las navajas y las botellas como armas eran algo habitual. Lo sabemos todo sobre peleas y bandas. El lunes por la mañana es el día que más les gusta para pelearse; no sé por qué, pero no falla», relata el vecino. «Muchas noches, cuando te despiertas tres o cuatro veces y no puedes dormir, acabas saliendo a la ventana a charlar con el vecino de al lado, que está igual que tú, y a comentar la jugada. Preguntaban un día que a cuánto estaba el corte, y mi vecino y yo coincidimos en que debían de estar hablando de mortadela. Estamos más al día de lo que nos gustaría en temas de droga», cuenta.

Los vecinos del número 18 de Joaquina Bobela utilizan tapones de farmacia para dormir, y alguno incluso tiene que recurrir a los ansiolíticos. «Si te saltan los cuadros en la pared, te vibra la cama y la oreja en la almohada no oye más que "pum, pum, pum", acabas de los nervios, con una ansiedad tremenda, y tienes que terminar medicándote. Hay muchos casos en el edificio», apunta el vecino.

Luego está el tema de las amenazas de las que aseguran ser víctimas los vecinos del inmueble. «Nos gritan desde la calle, nos dicen que si no tenemos nada mejor que hacer y que a ver quién es el primero que llama a la Policía. Los insultos están a la orden del día», dice.

Todo esto sucede en una acera en la que se cuentan ocho locales de ocio nocturno. En toda la calle, los locales que manejan la doble licencia de música amplificada y bar son cinco. La clientela, fundamentalmente, es la comunidad sudamericana de Oviedo. «Al menos el 85 por ciento de las personas que frecuentan los locales de esta calle son sudamericanos, tienen aquí su gueto», explica el vecino del número 18.

Algunos residentes han optado por abandonar sus viviendas e irse a vivir a otra parte. «Los del primero no aguantaban más. La pobre señora estaba sorda y aun así le molestaba la música por la vibración. El piso está vacío», cuenta el vecino. Otro problema son las entradas y salidas del inmueble, a según qué horas. «Cuando mandas a los niños al colegio, hay veces que tienen que volver a subir porque no pueden salir, ya que en el portal hay alguien durmiendo que les corta el paso», explica. «Y también es bastante habitual que salgas a trabajar por la mañana y tengas que volver a subir a por la fregona y la lejía para limpiar la meada, el vómito o la sangre que te encuentras en el portal», añade. «En una misma semana nos rompieron tres veces el cristal de la puerta», apunta este vecino.

El Ayuntamiento de Oviedo se ha puesto en pie de guerra contra media docena de locales en la ciudad considerados ilegales. Estos locales suelen hacer uso de la doble licencia que manejan, de bar de música amplificada y de cafetería, para permanecer abiertos prácticamente las 24 horas del día. La salida de estos establecimientos suele ser caldo de cultivo de peleas callejeras.

El equipo de gobierno local ha anunciado que este mismo mes reformará la normativa municipal para favorecer el cierre definitivo de los locales que incumplan de manera reiterada la ley y que no puedan volver a abrir como local de hostelería. También impedirá que los locales acumulen dos licencias. El primero en caer ha sido El Montecito de Las Vegas.

«Para dormir usamos tapones de farmacia y algunos tenemos que recurrir a los ansiolíticos, porque el ruido no se puede soportar»

«Los del primero no aguantaban más; la pobre señora estaba sorda y aun así le molestaba la música, por la vibración; el piso está vacío»

«Es habitual que vayas a trabajar por la mañana y tengas que volver a subir a por la fregona y la lejía para limpiar meadas, vómito y sangre»

«Nos gritan desde la calle, nos dicen que si no tenemos nada mejor que hacer y que a ver quién es el primero que llama a la Policía»