La mezzo canaria Nancy Fabiola Herrera consolidó su trayectoria con el debut en el Metropolitan como «Carmen» en 2005. En estos últimos años ha comenzado un intenso periplo por las salas nacionales e internacionales más importantes, adonde ha llevado música de autores italianos y franceses. En su biografía aparecen actuaciones junto a Plácido Domingo. Dice que «le hace mucha ilusión cantar en el Campoamor», teatro en el que todavía no ha actuado. La mezzo, que realiza una de las carreras más aplaudidas en su cuerda, se llevó el premio a la mejor cantante de zarzuela por su papel de «La bruja», en la producción del Teatro de la Zarzuela que se representó en 2007 en el mismo coliseo.

-¿Qué significa para usted la zarzuela, teniendo en cuenta que ha trabajado este género desde sus comienzos?

-Es un género maravilloso al que le tengo mucho cariño. Recoge todo nuestro folclore y tradiciones. Las zarzuelas son joyas a las que no siempre se les ha dado el gran valor que tienen.

-¿Cómo entiende el papel de «La bruja», con el que ha obtenido este premio por su participación en la última producción del Teatro de la Zarzuela?

-«La bruja» es una obra difícil de resolver musical y vocalmente, pero a la vez de gran belleza. Es de esas obras que crecen dentro de ti cuanto más la escuchas. Tuve la gran suerte de trabajar con los directores Miguel Roa y José Miguel Pérez Sierra, que me ayudaron a moldear el papel. La producción del Real es hermosa y el trabajo con Luis Olmos fue decisivo para conformar un personaje muy humano, lleno de matices. También tuve a mi lado un elenco de primer orden con un ambiente de trabajo maravilloso. Todo fructificó en una «bruja» mágica. Recibir el «Teatro Campoamor» es un honor y una gran sorpresa. Es el reconocimiento a una labor hecha con cariño y entrega y a un trabajo de equipo. La zarzuela ha sido y será un género único en el que los artistas encontramos un gran vehículo de expresión y aprendemos más de nuestro país y tradiciones.

-Otro rol por el que es aclamada es el de Carmen, una de las preferidas por las cantantes más grandes.

-Es un personaje que hago desde la sinceridad más profunda. No pretendo nada con él más que ser yo. Eso es lo que le llega a la gente. Carmen es pasión, alegría y sensualidad. Fiel a sí misma ante todo. Vive el momento porque entiende que la vida y muerte son dos caras de una misma moneda. Cree en un destino inevitable, sin que ello le impida vivir la vida como quiere. No es fácil entender su filosofía de vida y a veces se malinterpreta mucho al personaje. Carmen me ha abierto y me abre muchas puertas. No temo al encasillamiento porque he demostrado que soy una persona versátil. Comparaciones siempre habrá, pero no las temo. Soy consciente de que no podemos gustar a todos. Así es la vida. Mi misión sólo es contar una historia lo mejor que sé y si te llega, me doy por satisfecha.

-¿Cuesta mantenerse en lo alto en una profesión como la lírica, competitiva y dependiente de factores externos?

-Sí. Debes estar en continua evolución. A medida que la carrera se consolida, las responsabilidades son mayores y debes mantener buena forma vocal, física, psicológica y espiritual. El mecanismo de la carrera se hace más complejo y es importante conseguir ese equilibrio para poder seguir disfrutando y hacer disfrutar manteniendo la excelencia. Lo más sacrificado de la profesión es estar lejos de la gente que amas y el hacer y deshacer maletas constantemente. Lo gratificante es poder ser vehículo para algo tan hermoso como es la música y poder tocar los corazones.

-¿Se encuentra cómoda con el último protagonismo de los directores de escena?

-Todo está sujeto a modas. El protagonismo en la lírica se ha ido alternando a lo largo de los siglos. Primero fueron los cantantes, luego los directores de orquesta y ahora toca a los de escena. Como en la vida, todo es un ciclo. Pero creo que no deberíamos olvidar que la ópera ha de ser un «trabajo de equipo» en el que el canto, que hoy se deja de lado, debería ser el enfoque principal. Me encantan las nuevas propuestas escénicas siempre que respeten la partitura y sean coherentes. El cantante debe ser también actor, pero la acción nunca debe ir en detrimento de la belleza del sonido. El gran reto es el equilibrio, que se conseguirá con la negociación entre el cantante y director. No creo en las imposiciones, sino en el diálogo.

-Canta a Verdi, Puccini, Mozart, Bizet, Bellini, Rossini ¿Su voz tiene preferencias?

-Uno debe aprender cada estilo, saber qué vocalidad y exigencias requiere. Para ello debes conocer muy bien tu instrumento y saber qué papeles se adecúan más a tu voz. Esto va cambiando también según la voz se va desarrollando, con el trabajo y el tiempo. Yo he encontrado en los roles belcantistas una vía de desarrollo sutil y flexible para mi voz. Es necesario un gran dominio técnico para enfrentar estas partituras. La voz, en estos roles, está casi desnuda y no valen trucos. Mozart, Rossini y Bellini me han enseñado a cantar y me abren puertas para experimentar roles de peso algo más dramáticos. Por otro lado, siento atracción por el repertorio francés pero, repito, me gusta la versatilidad.