Sus amigos coincidían en que Arturo Merino García-Ciaño murió de pena. Aseguraban que desde el fallecimiento de su esposa Ana Mari hace unos años no había sido el mismo, que se había recluido en casa hasta morir ayer a los 83 años. Arturo Merino fue director provincial del Instituto Nacional de Previsión, teniente de alcalde y directivo del Real Oviedo, entre otros muchos cargos, siempre relacionados con el deporte o la ciudad de Oviedo que tanto quiso.

Nacido en 1924 en Ciaño (Langreo), durante su juventud había militado en diferentes equipos de fútbol como el Oviedo, el Caudal, El Entrego, o el ya desaparecido Cubillo. Gran futbolista, amigos como Fermín Alonso Sádaba, presidente de la Hermandad de Defensores de Oviedo, comentan que no llegó mas lejos en el mundo del balompié «porque no quería marcharse de Oviedo».

Licenciado en Derecho, llegó a ser en 1977 director provincial del Instituto Nacional de Previsión en Salamanca, cargo que pasó a desempeñar en Oviedo dos años después.

Hombre culto y «gran lector», fue nombrado teniente de alcalde del Ayuntamiento de Oviedo durante el mandato de Manuel Álvarez-Buylla, iniciado en 1968 y con término en marzo de 1975. Durante ese período, impulsó la creación del callejero de Oviedo, denominado en aquella época «Nomenclátor», además de la puesta en marcha de la entidad deportiva San Claudio.

Gran amante del fútbol, fue socio del Oviedo durante gran parte de su vida, aunque como comenta Arturo, uno de sus cinco hijos: «Estos últimos años no podía acudir a los partidos, aunque mantuvo su carné de socio», y llegó a ser directivo de la entidad azul durante la presidencia de Rubio Sañudo, a finales de los años sesenta, además de presidente del Comité de Competición de la Federación Asturiana de Fútbol.

Jubilado hace veinte años, dedicaba gran parte de su tiempo a pasear por su ciudad, por Oviedo, y a las tertulias del café La Lira, de las que fue fundador junto con, entre otros, Fermín Alonso Sádaba, y en las que coincidía con el periodista Eugenio de Rioja, quien consideraba a Arturo Merino «el líder de las tertulias, un líder por naturaleza, y una gran persona». Durante las mismas, se trataban diferentes temas relacionados con España y la sociedad, y sus opiniones, según De Rioja, «eran siempre juicios bastante moderados que generalmente se aceptaban, era una persona muy ponderada».

Tanto De Rioja como Alonso señalan que la muerte hace unos años de su mujer, Ana Mari, marcó un antes y un después en él. «Arturo ya no volvió a ser el mismo, dejó de ir a las tertulias y se encerró bastante en sí mismo», comenta Alonso.

El funeral por Arturo Merino se celebrará a las cinco de esta tarde en la iglesia parroquial de Nuestra Señora del Carmen (Carmelitas).