Diana DÍAZ

Inma Shara (Álava, 1973) es una de las pocas directoras que llevan la batuta por el mundo. Muchos la consideran la cara glamurosa del podio; una imagen que se asocia con la implicación social de la directora vasca, a través de los conciertos benéficos para la Fundación Víctimas del Terrorismo. La joven directora, que recibió enseñanzas de Zubin Mehta, siente que le queda mucho por llegar. Aunque hace unos cinco años vivió un dulce momento, cuando salió a la palestra pública dirigiendo diversas orquestas internacionales. Esta tarde, a las ocho, dirigirá obras de Turina, Puccini, Bartók, y Tchaikovsky.

-¿La historia y la sociedad han hecho de la música una cuestión de género?

-Creo que el hecho de que en los libros aparezcan sólo compositores y directores es, simplemente, reflejo de la evolución de la sociedad. La música forma parte de una historia en la que la incorporación de la mujer ha sido lenta y paulatina.

-¿Siente un plus de presión al frente de las orquestas por su condición de mujer?

-Soy consciente de que ver a una mujer subirse al podio genera expectación. Pasado el primer peldaño de curiosidad, orquesta y público te respetan si demuestras buena preparación, como a cualquier hombre. El talento no conoce género y, evidentemente, la visión artística es dispar incluso entre dos hombres o dos mujeres. Ante los músicos me posiciono como ser humano que, ante todo, se compromete con la música. Confío en que la presencia de la mujer se normalice en la dirección, como se ha logrado, aun con esfuerzo, en la plantilla sinfónica.

-¿Qué momento vive ahora?

-Tengo proyectos a tres años vista pero, para mí, la responsabilidad principal es el presente, el concierto inmediato. El objetivo del músico es transmitir sentimientos mientras dure el sueño del concierto. Entre mis próximos proyectos me ilusiona mi gira de presentación en Asia. Y también conciertos con orquestas importantes, como la Nacional de Taiwán y la Sinfónica de Múnich. Siento que me queda mucho futuro por venir.

-¿La música es la expresión de la libertad?

-Sí. La música es el lenguaje universal que supera las barreras semánticas. Habla al corazón. Me da rabia cuando alguien dice que no entiende la música. Eso es porque no se ha parado a disfrutarla.

-Pero, por otro lado, la música está muy institucionalizada.

-Las instituciones no pueden coaccionar, sino fomentar el amor por la música. Crear vida musical. La música requiere manejar grandes presupuestos, así que los organismos son necesarios para el buen paso de la música.

-¿Su implicación social al apoyar a la Asociación de Víctimas del Terrorismo le ha traído problemas?

-No entro en cuestiones políticas, pero estoy orgullosa, como cualquier persona de bien, de haber apoyado a los que sufren por causas gratuitas, es decir, de dolor innecesario. Y a través de lo que mejor sé hacer: música.