Cuentan que Alfonso VI, en 1075, vino a Oviedo con el obispo de Oca y el Cid para, con trémulo temor, abrir el Arca de las Calcedonias (donada por Fruela II), o Caja de las Ágatas, de alma de madera de ciprés, donde hallaron un tesoro, que también reclama para sí el Arca Santa o Arca de las Reliquias, según inscripción en su tapa de roble negro, chapada de plata. Esto hallaron: mucho del leño de la Cruz del Señor, de la sangre del Redentor, de su túnica inconsútil (sin costura), del pan deleitable de la última Cena, del sudario, del vestido y de la leche de Santa María, lo que es muy admirable, y huesos de los profetas y de todos los apóstoles, de las santas Justa y Rufina de Sevilla, Eulalia de Barcelona... Hoy, ambas arcas están vacías, se esfumó el contenido y pasa a ser tesoro el continente. Consuelo que, llegado el caso, firmaría yo para la Fábrica de Armas de la Vega.