Hoy, martes, el tradicional pregón anunciará el comienzo de las fiestas de la Balesquida, esa institución ovetense con casi ocho siglos de antigüedad a sus espaldas, que tanto ha calado en el sentir ovetense «no en balde es, junto con San Mateo, fiesta local» y sobre la que tantos ríos de tinta se han vertido, con mayor o menor acierto, a lo largo de los años.

La Balesquida, como es sabido, está integrada por dos tipos de miembros: los cofrades, que hoy por hoy pueden ser únicamente los inscritos dentro del primer año de su nacimiento, y los miembros de la Sociedad Protectora, para lo que simplemente es preciso darse de alta en cualquier momento y a cualquier edad, pagando para ello una irrisoria cuota anual.

La institución pasó a lo largo de los tiempos por momentos difíciles, que incluso amenazaron con su desaparición; pero el amor de los ovetenses por tan antigua tradición, superó todas las dificultades. Uno de los peores momentos ocurrió en el año 1930. Fue entonces cuando conspicuos ovetenses «aunque alguno no había nacido en la ciudad», decidieron dar un paso al frente. Constituidos como comisión gestora, don Ramón Prieto Pazos, don José Álvarez-Buylla Godino, don Alfonso Muñoz de Diego, don Aurelio Ruiz Rodríguez y don Ricardo Fabio Casielles Menéndez pusieron las bases para la creación de la que se denominó Sociedad Protectora de la Balesquida. Se aprueban y firman los primeros estatutos el 20 de febrero de 1930; el siguiente día 28 son presentados en el Gobierno Civil para su preceptiva inscripción.

Su objeto social consistía -y sigue consistiendo hoy en día- en auxiliar a la Cofradía de la Balesquida con todos los medios que permitan cumplir las cláusulas de sus estatutos fundacionales. La cuota fijada era de 50 céntimos (¡de peseta!) al año. Se reconocía el derecho de los asociados a recibir bollo y vino el día del Martes del Campo y hasta -detalle curioso- se fijaba un auxilio de 100 pesetas para ayuda de entierro, eso sí, siempre y cuando se llevase un año de alta.

Son designados como presidente de Honor don Ramón Prieto Pazos, y primer presidente efectivo, don Aurelio Ruiz Rodríguez.

Con atinado acierto, «Silvio Itálico» -seudónimo literario de Benito Álvarez Buylla- señalaba en sus «Romances de la Balesquida», publicados en 1931, lo siguiente:

«Los años se van pasando.

La Balesquida no muere.

Flechas de desdén le apuntan.

Lanzas de olvido la hieren.

Pero ella sigue su marcha

camino del tiempo alegre.

Contra lanzadas y flechas

pone su esencia perenne».

José Luis Felgueroso Blanco, miembro de la Sociedad Protectora de la Balesquida