E. F.-P.

La tormenta que durante toda la tarde de ayer arreció en Oviedo parecía que iba a dar al traste con el primer acto de las fiestas de La Balesquida. El de ayer era el día en el que la imagen de la Virgen de la Esperanza, también venerada bajo la advocación de Virgen de la O, procesiona desde la capilla de la cofradía hasta la iglesia parroquial de San Tirso el Real, en la otra esquina de la plaza de la Catedral. A las siete y media, la hora a la que estaba programada la salida de la Virgen, llovía intensamente. Cofrades y socios protectores de La Balesquida esperaron unos minutos, por si la lluvia se detuviera, pero no fue así y finalmente, con apenas cinco minutos de retraso sobre el horario previsto, la Virgen de la Esperanza atravesó el pórtico de la capilla y emprendió su camino hacia San Tirso.

El mal tiempo no arredró a los cofrades y devotos de la Esperanza, que acudieron hasta la plaza de la Catedral con sus paraguas y acompañaron a la procesión en su recorrido. Fueron más de lo que podría haberse pensado en vista de lo desapacible de la tarde y llenaron la iglesia de San Tirso. No era una tarde para pasear, pero la celebración, en la que no faltaron los voladores y las gaitas de la banda «Xiranda», llamó la atención de algunos viandantes que se acercaron para ver lo que ocurría más detenidamente, hacer fotografías y tomar imágenes en vídeo.

El presidente de la Sociedad Protectora de La Balesquida, Francisco Blanco, era firme respecto a lo que había que hacer: la procesión saldría por mucho que lloviera. No quedaba más remedio, porque había que dejarla junto al sepulcro de doña Velasquita Giráldez. Y así fue. Los socios se organizaron, dieron indicaciones a quienes participaban en la marcha y les abrieron paso entre la gente que se agolpaba a las puertas de la capilla. La bandera de la cofradía a la cabeza, los cofrades más pequeños con sus hábitos blancos detrás y de la mano para no resbalar sobre las baldosas mojadas, el pendón con la imagen de la Virgen y, al final, en andas y rebosando de flores, la Esperanza de La Balesquida.

En recorrer el trayecto no tardaron ni cinco minutos y al entrar en San Tirso la Virgen de la Esperanza fue depositada a la derecha del altar, frente a la de Covadonga. Los fieles entonaron la salve y el párroco de San Tirso, Ángel Rodríguez, dirigió unas palabras a la concurrencia, informando del comienzo del triduo y de los horarios.

En las fachadas de la capilla y a la entrada de la plaza de la Catedral colgaban las banderolas de la Cofradía de La Balesquida, con una tijeras como insignia que recuerda su origen gremial y que sus miembros eran sastres o «alfayates», como se les denominaba en el siglo XIII.

No es ésta la primera vez que la Virgen de la Esperanza tiene que salir bajo la lluvia. Lo ha hecho también en años pasados, en ocasiones cubierta de plásticos para proteger sus ropajes.