Pablo GONZÁLEZ

Si la cultura occidental es heredera a partes iguales de Atenas y Jerusalén, desde ayer el Fontán cuenta con un trozo del alma de la ciudad sagrada. La cesión de la biblioteca de Abraham Pinto a la Comunidad Israelita del Principado, cuya sede está en la llamada Casina Judía del casco antiguo, se ha convertido en una de las grandes noticias para los hebreos ovetenses. La familia de Pinto ha entregado a la comunidad 150 libros, la mayor parte de ellos de temática religiosa y escritos en hebreo, para el fomento de la cultura israelí en el Principado.

El trayecto de la colección comenzó en 1988, tres años después de su muerte. Con su fallecimiento la saga de este rico empresario nacido en Tánger en 1899 llegaba a su fin. Sin hijos biológicos, su legado cultural pasó a manos de Pilar Bueno, a la que el matrimonio Pinto conoció en Madrid cuando trabajaba en una de sus empresas. Con veinte años fue acogida en el seno de la familia Pinto como una más. «Me cuidaron como si fuera una hija. No hay papeles, pero es como si lo fuera», rememora Pilar Bueno, cuyos padres biológicos residían en La Felguera, su lugar de origen. Fue el inicio de una amistad que se alargó hasta el fallecimiento de la pareja. «Cuando murió Abraham y llamé a mi madre para contárselo me dijo: "Se ha muerto la persona que más te ha querido en esta vida". Tenía razón», recordó Pilar Bueno.

Tres años después falleció la otra parte de la pareja. «En ese momento comencé a pensar qué hacer con sus libros», apuntaba Bueno. Y es que aunque Abraham Pinto era un rico empresario que había huido de las persecuciones árabes del norte de África de comienzos de los años sesenta, consideraba que su mayor patrimonio eran sus libros. «Visitamos varias sinagogas y comunidades judías (Viena, Ámsterdam, Córdoba o Toledo), pero no sentía que los libros pudiesen quedarse en ninguna», explicaba. Todo cambió el año pasado durante la entrega de los premios «Príncipe de Asturias», cuando Pilar Bueno conoció a los miembros de la comunidad judía asturiana. «En el momento en el que hablé con Aida Oceransky (presidenta de la comunidad) entendí que los libros debían ser custodiados en la Casina», descubría. «Es un día especialmente alegre y conmovedor para nosotros», terciaba Oceransky.

Los fondos, acompañados de una copia de la Declaración de Independencia de Israel y de una medalla conmemorativa de la «operación Trueno» (el rescate de más de un centenar de rehenes del vuelo 139 en Entebbe, Uganda), permanecerán en la Casina mientras ésta pertenezca a la comunidad, y con ellos un trozo de Jerusalén en el Fontán.