Elena FERNÁNDEZ-PELLO

En su Laboratorio de Psicolingüística de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, la venezolana María Mercedes Piñango estudia la lengua como un fenómeno psicológico y desde allí ha viajado a Oviedo para presentar sus conclusiones a los alumnos del Máster de Comunicación que imparte la Universidad de Oviedo y patrocina LA NUEVA ESPAÑA. Conocer los mecanismos del lenguaje permite adentrarse, según Piñango, en los misterios de la naturaleza humana y desmontar mitos y prejuicios.

-«Lenguaje, sociedad, mente y cerebro». Ése es el título de su asignatura en el Máster de Comunicación de la Universidad de Oviedo. ¿Cómo combina esos elementos?

-No es fácil resumirlo. Está claro que existe una conexión entre el cerebro y la capacidad de utilizar el lenguaje. El lenguaje se expresa en sociedad, pero tiene sus raíces en el cerebro y nos permite conocer lo fundamental de la naturaleza humana. Mi tarea es entender este aspecto universal de la naturaleza humana. Los lenguajes difieren, pero hay algo universal en ese proceso.

-La comunicación es más que lenguaje.

-Es un fenómeno más amplio. Mi forma de vestirme, mis gestos te comunican algo sobre cómo soy. El lenguaje es algo que va más allá de la lengua y la literatura, es un proceso psicológico.

-¿El lenguaje revela nuestra salud mental?

-Las alteraciones psicológicas le afectan. Los pedagogos lo utilizan como indicador de desarrollo y cuando hay daños cerebrales o enfermedades mentales como el alzheimer y la esquizofrenia es una herramienta de diagnóstico.

-¿Es posible mejorar un problema mental o un estado psicológico actuando sobre el lenguaje?

-Para el síndrome de afasia se ha tratado de diseñar terapias de ese tipo, porque el daño que se produce afecta directamente al lenguaje por carencia de fluido sanguíneo en una determinada región del cerebro. En ese caso se enseña al enfermo a evitar las construcciones que pueden causarle problemas al hablar.

-¿La zona del cerebro que rige el lenguaje está bien localizada?

-No está perfectamente definida porque el lenguaje implica prácticamente todos los aspectos de la actividad humana. Sabemos que está lateralizado en la izquierda del cerebro, con los lóbulos frontal y temporal como pivotes, pero últimamente se ha detectado actividad en ciertas zonas del hemisferio derecho.

-¿Sociedades distintas generan sistemas lingüísticos distintos?

-Esa pregunta está cargada de política. Aquí en España ese planteamiento se utiliza de modo diferenciador, pero hablar una lengua u otra no determina tu pensamiento igual que ponerte botas de militar no te convierte en soldado; funciona al revés. En Estados Unidos conviven hablantes muy distintos, familias idiomáticas que nunca se mezclan y todos ellos acaban compartiendo estructuras culturales. El lenguaje lo que hace es empaquetar los conceptos, pero las mismas cosas pueden expresarse en todos los idiomas. El mito de que en el inuktitut, el idioma de los esquimales, existen ochocientas palabras para nombrar la nieve no es verdad. Se trata de un sistema verbal aglutinativo que combina palabras para definir un estado concreto de la nieve, pero lo mismo puede hacerse en español.

-¿En comunicación las tácticas son eficaces?

-Ése es un asunto del que se ocupa el análisis del discurso. Hay gente que sabe llegar a las personas, sabe qué ideas transmitir, qué tono utilizar, qué decir y cómo presentarlo. Un buen comunicador es el que entiende la psicología de quien le escucha, como un buen maestro que contextualiza los conocimientos por el estudiante. Es un mecanismo muy complejo y sofisticado. Los periodistas, si son buenos, son psicólogos que identifican el contexto, atrapan esa esencia intangible y la devuelven a los ciudadanos delimitada por las restricciones técnicas de su medio. -¿Las directrices o los cursos de comunicación que se imparten a vendedores y políticos son efectivos?

-Para vender algo hay que transmitir seguridad en mis ideas y en mí mismo. Los manuales con pautas de comunicación o sobre el lenguaje del cuerpo hablan de correlaciones, pero no son fiables. Decir que si alguien se rasca la nariz mientras habla está mintiendo es lo mismo que decir que amanece porque desayunamos. Ambas acciones están unidas, pero esa relación no es causal. Lo que sí hacen los políticos en Estados Unidos es acudir a clase de cultura nipona, latina o cualquier otra antes de dirigirse a un auditorio de ese ámbito. Eso es positivo, no porque sea la fórmula del éxito, sino porque te sensibiliza, trayendo a la conciencia aspectos de esa cultura, lo que te permite comunicar mejor.

-Hablando de políticos y oratoria, ¿qué opina del presidente de su país?

-De él sólo puedo decir que cuando los ciudadanos ponen su confianza en una persona ella debe tomar esa responsabilidad con humildad y honor. No hacerlo implica fallar. Chávez es una decepción. Había esperanzas de que las cosas iban a cambiar, que iba a acabar la corrupción... En Venezuela la revolución verdadera aún no se ha logrado. -Las orquestas infantiles y juveniles de Venezuela son premio «Príncipe de Asturias» este año y usted tiene cierta vinculación con ellas.

-Yo estuve dentro de ese sistema, fui música y me formé en la agrupación «Vinicio Adames», que depende de él. En una región del mundo como Latinoamérica, donde la continuidad cuesta tanto, que se premie el tesón y la perseverancia de una obra de 40 años es algo grande para Venezuela.

«En Estados Unidos los políticos van a clases de cultura nipona, latina, etcétera, antes de dirigirse a un auditorio de ese ámbito»

«El lenguaje es algo que va más allá de la lengua y la literatura, es un proceso psicológico»