Arquitecto del auditorio Príncipe Felipe

Pablo GALLEGO

«Está mejor que el primer día». El arquitecto Rafael Beca, madrileño de 58 años y alumno de Moneo, recorre atento el interior de un edificio que con el tiempo le ha causado «algunos disgustos». Hace diez años, y en una entrevista para LA NUEVA ESPAÑA días antes de la inauguración del auditorio Príncipe Felipe, Beca bromeaba con que no había «manera» de casar a sus tres hijos. Una década más tarde, y ya con cuatro nietos, tiene a su espalda un edificio «criticado por muchos» y adjudicado sin concurso, pero que ha sido capaz de cambiar la ciudad y situar a Oviedo en el grupo de cabeza de la música sinfónica nacional. Él también celebra el décimo aniversario de un inmueble en el que, según sus responsables, se han celebrado más de 6.500 eventos, con una afluencia de público cercana a los dos millones y medio de personas.

-¿Qué tal ha envejecido el edificio desde la inauguración?

-No he visto una obra que se mantenga tan perfecta como ésta, sobre todo si tenemos en cuenta los usos que tiene. Aquí se hace de todo: congresos, conciertos, exposiciones, retransmisiones de Fernando Alonso.... de todo.

-¿Qué sintió el día del concierto aniversario al escuchar la misma obra diez años después?

-Una gran satisfacción, sobre todo al ver cómo se conserva después de todas las críticas y lo que hubo que soportar. El funcionamiento es impecable; la acústica, perfecta. De las mejores de España, si no la mejor. Y es el edificio más barato que se ha construido en España con esta capacidad y prestaciones. El de Santander costó mil millones más, y el Kursaal ni le cuento. Ese es el mayor logro, y nadie lo ha resaltado.

-¿Qué les diría ahora a quienes criticaron la obra?

-Hasta decían que no había ni seguridad. En el fondo eran las críticas políticas del momento, y hubo que aceptarlas. El tiempo, gracias a Dios, quita y pone razón, y en este caso creo que me la ha dado.

-¿Qué arreglos cree que necesita ahora el inmueble?

-La tarima, por ejemplo, que está ya muy gastada. Pero el edificio aún esconde sorpresas que poca gente conoce, que no se aprecian pero están aquí. Bajo el escenario hay un foso para orquesta que nunca se ha utilizado. Quizá no sirva para ópera, pero sí para obras más pequeñas.

-Hay quien asegura que el Auditorio ha cambiado la vida de la ciudad. ¿Cree que el edificio de Calatrava conseguirá lo mismo?

-(Ríe) Es un edificio totalmente diferente, y el día que se acabe será un gran Palacio de Congresos. Descargará a este edificio de la actividad congresual, y podrá centrarse en la música. Otra cosa son todos los problemas que han surgido en la construcción, y el dinero que cuesta hacerlo. Será un gran edificio, y la gente vendrá a verlo.

-¿Qué le parece que los premios «Príncipe de Asturias» hayan concedido su galardón de las Artes a un arquitecto?

-Soy de los que piensa que la Arquitectura está más al servicio del uso. Pero cuando el presupuesto te permite hacer arte es una gran suerte, algo que está al alcance de unos pocos privilegiados. No obstante muchas veces prima más el aspecto exterior del edificio que su función, y sólo los diez mejores del mundo pueden permitirse el lujo de considerar la arquitectura como un arte. Pueden decir «esto es así» cueste lo que cueste, y se lo consienten. Pero a ese status de estrella no se llega por casualidad, eso está claro. Se lo han ganado a pulso.

-¿Y los demás?

-Los demás tenemos que trabajar para que el edificio funcione y cueste poco. Y si además consigues que guste a casi todo el mundo ya es el mayor éxito que se puede tener.

-Quizá lo más discutido de este proyecto fue su fachada.

-Es que yo pienso los edificios desde dentro hacia afuera, pensando en lo que cuestan y para qué tienen que servir. ¿Que no les gusta? Para gustos, colores. Había que hacer un auditorio, así que en la fachada fue donde menos recursos invertí. En cambio, para otros es más importante que la gente quede impresionada por el edificio desde fuera, y les importa menos que funcione. Prefieren hacer edificios emblemáticos, obras de arte urbanas.

-Varios arquitectos han propuesto construir torres en la ciudad, primero Calatrava en El Vasco y ahora Patxi Mangado en San Lázaro. ¿Cree que este es el modelo de crecimiento más adecuado para Oviedo?

-No soy enemigo de la construcción en altura. En muchos sitios resuelve las cosas mejor que la arquitectura plana, como puede ser el caso de las torres de Mangado. No están bien cuando molestan a la vista, a no ser que sea eso lo que se pretende, que se fije todo el mundo. Una de las premisas para el diseño del Auditorio fue que los vecinos no protestasen por tener frente a la ventana un mamotreto.

-El nuevo Palacio de Justicia de El Vasco se supone que va a ir al contrario, en profundidad. ¿Qué solución aventura para esa parcela?

-La última versión del Palacio, aunque es similar a otras que se han hecho en otros sitios, urbanísticamente no queda mal. Las torres a lo mejor eran un poco demasiado atrevidas, demasiado altas, pero tampoco es bueno ser demasiado absolutista en esta vida.

-¿Y la visera del Hispania?

-Fue otro error. Lo típico, un concurso, pero por dentro ese colegio no funciona ni para atrás. Se ha desperdiciado una cantidad de espacio enorme, y luego la gente está hacinada. No tiene sentido.

-¿El Auditorio le ocasionó disgustos o noches en vela?

-Los disgustos vinieron después, el proyecto y la ejecución de la obra fueron retos muy bonitos. Otro desafío fue cumplir los plazos, y nos costó mucho. Duele ver cómo todo ese esfuerzo y ese trabajo fueron ignorados por mucha gente que sólo se preocupó por la conveniencia política del momento. Los días previos a la inauguración dormía mal, pero al final salió bastante bien.

-¿Qué se debería hacer con La Vega, en la puerta principal de la ciudad, si al final se cierra la fábrica de armas?

-Es un reto urbano. Habrá que pensarlo y meditarlo muy bien. Es el sitio ideal para hacer cualquier edificio emblemático, pero no sé si eso es lo que más falta le hace a Oviedo.

-¿Arquitectónicamente, hacia dónde deberíamos caminar?

-El mayor reto urbanístico de la ciudad es conectar todos sus barrios, el centro de Oviedo está constreñido. Es la asignatura pendiente.

-¿Losas como las propuestas sobre la ronda Sur o Santullano serían una buena solución?

-Sin duda. Contribuirá a acercar al centro barrios como Otero o Villafría que son embudos, como La Florida o Las Campas. No obstante es una solución más bien peatonal, habría que encontrar una salida para el tráfico rodado.

-¿La crisis obliga a los arquitectos a diversificar?

-Por supuesto. Es una de las profesiones a las que más afecta la crisis, porque dependemos de la construcción. Hasta ahora el proceso era planificar, financiar, construir y vender, y al fallar el segundo eslabón el resto ya no funciona. El gran problema es el precio del suelo, y mientras no se ponga remedio a este problema continuará la crisis en la construcción. Hay demasiados intereses creados que evitan que el suelo salga a la venta a un precio razonable. Es lo que más ha subido, y ese es el verdadero problema. Todo el mundo culpa a promotores y constructores, y realmente ellos lo que han hecho ha sido mantener siempre su margen.

-Entonces, ¿cuánto costaría construir ahora el Auditorio?

-El doble de lo que costó.

-Que fue....

-La liquidación fue de 3.200 millones de pesetas (unos 18 millones de euros). Se empezó con un presupuesto de 1.500 millones de pesetas para hacer sólo un auditorio, y a posteriori se aumentó para casi 2.500 butacas en tres salas, más las de conferencias y todo lo que tiene. Auditorios que se han hecho el año pasado y mucho más pequeños ya han costado más del doble. Es la gran virtud de este edificio.

«Hay arquitectos para los que lo importante es que la gente quede impresionada por el edificio, y les importa menos que funcione»

«El gran problema es el precio del suelo, y mientras no se ponga remedio seguirá la crisis de la construcción»