Empresario, propietario de la firma Derribosa

Javier NEIRA

Ignacio Suárez fundó en 1974 la empresa Derribosa y en 35 años ha echado abajo más de mil edificios de Oviedo. Es una especie de constructor del revés, con ojos para toda suerte de misterios y sorpresas encerrados en casas abandonadas y a punto de justicia. Liquidó la empresa, se jubiló hace un mes y ahora habla de túneles secretos, cámaras de tormento, esplendores en ruina y picaresca a toneladas.

-¿Cuántos edificios ha derribado en tres décadas largas de profesión?

-Más de mil en Oviedo y también en otras ciudades y villas de Asturias. Dígame una calle cualquiera, la que sea y verá lo que derribé allí.

-Por ejemplo, el eje formado por Caveda, Nueve de Mayo...

-El número cuatro de Caveda, muy cerca de Foncalada donde hay una tienda del Corte Inglés; en la rotonda también, donde había un restaurante y una joyería. Otra más, a mano izquierda y la contigua al hotel y después las Salesas completas.

-Casi nada.

-Fue cuando la huelga de la construcción de 1977 que paralizó todo. Aprovechamos esos días y en los sótanos del convento encontramos la sala de torturas, la sala de flagelación, incluso con una cama de pinchos. Estaba en un espacio sin luz. Por lo visto no se libraba ni una monja paralítica porque había una rampa para que pudiese acceder en silla de ruedas.

-¿Tiene fotos?

-No, no estaba el ambiente como para hacer fotos. Encontramos también el cadáver incorrupto de una monja que decían era santa. Asimismo, dimos con un fresco, tapado, que se lo regalé a Laureano. ¿Sigo?

-Adelante.

-Donde estaba el bar Armonía, otro derribo y más allá, donde ahora hay un Alimerka, dos edificios y otro en la casa que tiene una tienda de deportes. En Manuel Pedregal, la rotonda y donde está el PP también otro derribo.

-Se habrá hecho rico.

-No, se trabajaba mal. Y con gente conflictiva. Ni las ONG resisten una comparación conmigo. Saqué gente de la cárcel para trabajar.

-¿Por qué?

-Porque eran especialistas.

-¿Cómo?

-No había normas de seguridad. Los primeros andamios para conservar las fachadas los hice yo. Se ponían sólo voladizos y cuando caía algo saltaba a la calle. Las primeras lonas, también las puse yo. Eran ciegas y cuando había viento las llevaba de manera que fue necesario instalar mosquiteras. Llegué a contar con 18 paisanos trabajando conmigo y nunca tuvimos un accidente grave.

-Así que tiene varios récords.

-Yo solo derribé más casas en Oviedo que el 34 y el 36 juntos. En Uría, los números 44, 46 y 48, enfrente del Corte Inglés. Había un edificio maravilloso, con un ascensor de caoba y vidrieras en los descansillos de las escaleras. No sé de qué familia era. En el desván encontré un óleo grande con una viejina pintada. Se lo llevé a Toto Castañón para que lo viese. Nada, no vale nada, me dijo. Pero si es de 1914, repliqué. En 1914 también se pintaba mal, añadió. Lo tiramos. Sí conservo un busto de una chica, como la Virgen, con firma. Estaba en una casa de la calle Santa Cruz que tiramos. Al mismo tiempo que el palacete de Concha Heres derribamos, también en Toreno, una casa donde vive ahora el Alcalde. Era una pasada pero nadie protestó. Encontré allí un bodegón de un tal Martín, fechado en 1887. En Campomanes echamos abajo parte del conjunto del marqués de la Rodriga. Había un lucernario fantástico y dos ángeles que los robaron un fin de semana. No recuperé nada porque teníamos que trabajar con rapidez.

-¿Por qué con rapidez?

-Porque siempre había miedo a que te pararan la obra. Y eso que no se había creado aún la plataforma de defensa del patrimonio. Se formó cuando estábamos derribando enfrente de Galerías Preciados, en Uría. Por unos días, salvamos. En Campomanes, donde vivían los padres de Luis Herrero, el médico, tiramos los números 38, 40 y 42. Los gitanos nos llevaron unos muebles preciosos en un fin de semana y unos pergaminos.

-¿Qué más?

-Casa Modesta, con aquella chimenea, junto al Molinón, la derribamos en 1976. Encontramos una trampilla, entramos y había dos túneles, con ladrillo romano, uno iba hacia las Pelayas y otro a la Catedral. Lo tapamos todo rápido por si acaso. Y en Azcárraga nos topamos con otro túnel impresionante porque metimos humo y nunca pudimos saber por dónde salía. Sin duda muy lejos. Había muchos pasadizos. Oviedo estaba lleno de túneles. En la calle del Carpio derribamos una casa de postas, la más antigua, estando de vacaciones el alcalde Luis Riera. Era un saliente en medio de la calle, un muro de piedra. Nos lo cargamos ese verano aprovechando que el alcalde se encontraba de vacaciones.

-¿No tiene cargo de conciencia?

-Pues sí, por el palacete de Concha Heres, por el palacio del marqués de la Rodriga y por el edificio número 72 de la calle Uría. Hoy no lo haría.

-¿Por qué algunas casas arden o caen misteriosamente?

-Las casas tienden a no caer salvo que se quiten los sustentos.

-A veces cae extrañamente el edificio contiguo al que se está derribando.

-Una vez me ofrecieron dinero por dejar caer la casa de al lado. Fue en la calle Oscura. Les dije, mirar, a la una vamos a comer, cogéis la máquina y empujáis la casa, así de fácil lo tenéis.

-Oviedo...

-Cuando empecé a derribar en 1974, Oviedo no era nada. Gabino de Lorenzo cambió Oviedo. Se derribó más con Eloína Suárez, Luis Riera y Antonio Masip; con Gabino sólo el Aramo y Perucha.

-Y el Fontán y el Matadero y el Hospital Militar y...

-Bueno, ya.