Fui a ver un monumento prerrománico con mi familia y la guía nos hizo esta pregunta a los congregados que habíamos pagado la entrada: «¿Hay entre ustedes alguien que sepa de arte?». Yo pensé que el arte es un estímulo para vivir, un contraveneno para la sinceridad, que es silencio, astucia, que resucita, que es la exageración de una idea, que muestra los tejidos del alma, lo elevado..., que, como ella, el arte plantea interrogantes... Pero nadie respondió y la joven nos dedicó un discurso tan modesto y dubitativo que sus clientes nos sentimos jurado de oposición. Mi madre le preguntó si se exponía el Santísimo en ese templo, y la muchacha reconoció que no sabía qué cosa era el Santísimo. Iba yo a soplarle: «Es una rama del arte, de la literatura fantástica», pero me callé. Seguramente, nos había preguntado si alguien sabía de arte para retirarse ella y dejarle sitio.