Pablo GALLEGO

Arrolladora. Edita Gruberova, la «prima donna assoluta» del bel canto romántico, desató anoche la locura lírica en Oviedo. Como un huracán, la soprano puso en pie a los aficionados que abarrotaron el auditorio Príncipe Felipe, en una gala lírica que recorrió lo mejor de su repertorio. Obras en las que Gruberova aún marca la pauta a seguir. Su reencuentro con los aficionados asturianos, que sirvió para abrir el ciclo de conciertos del Auditorio, marcó una noche histórica para la música en el Principado, con casi diez minutos de ovaciones en pie.

Las colas en los accesos al Auditorio, que en algunos momentos llegaron hasta la cercana plaza de la Gesta, anunciaban un lleno total en la sala en la apertura del ciclo, patrocinado por LA NUEVA ESPAÑA. En el vestíbulo, la representación de la vida musical ovetense estuvo al completo, dispuesta a disfrutar con el magisterio vocal de Gruberova. Entre ellos, el director de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA), Maximiano Valdés, o el equipo al completo de la Ópera de Oviedo, con su presidente, Jaime Martínez, a la cabeza.

Los aplausos y las ovaciones a la cantante eslovaca comenzaron a sonar en cuanto Edita Gruberova puso un pie sobre el escenario del Auditorio. Antes, la orquesta «Oviedo Filarmonía» (OFIL) -con algunos miembros noveles- y su director titular, Friedrich Haider, interpretaron la obertura de «Der Schauspieldirektor», de W. A. Mozart. Gruberova apareció en escena enfundada en un vestido de noche granate y en ese momento su legión de seguidores, concentrados en su mayor parte en el anfiteatro, comenzó a disfrutar.

Edita empezó fuerte. El aria «Martern alle Arten», de «El rapto en el serrallo», de Mozart, dejó claro ya desde el principio por qué la Gruberova es una de las grandes. A los agudos que cuajaron su primera intervención, la soprano añadió movimientos propios de la escena. Detalles que hicieron aún más creíble su interpretación de Constanza, la dama española que protagoniza la obra, y que levantó encendidas ovaciones y la petición de que Gruberova saliese de nuevo a saludar.

La gala lírica -aunque por el calor del público bien pudo haber sido un concierto de rock o un partido de fútbol- no había hecho más que empezar, y la orquesta supo mantener el pulso de la velada con fragmentos de dos obras de Wolf-Ferrari, un compositor al que la OFIL dedica buena parte de su trabajo. Con el preludio y el interludio de «I quattro rusteghi» y la obertura de «Il segreto di Susanna» -cuya grabación ha reportado excelentes críticas a la orquesta-, Haider preparó el terreno para la siguiente lección de canto de Gruberova.

Al principio de cada aria, Edita dirigía su mirada arriba, como preparada para recibir el espíritu de tantas noches de ópera en los más grandes teatros. Uno de los puntos culminantes del concierto fue su interpretación de «Il dolce suono-Spargi d'amaro», de «Lucia di Lammermoor», ópera de Donizetti. En este repertorio Gruberova ha sentado cátedra a lo largo de los años. Sus «Lucias» se contaron por triunfos, y anoche la cantante demostró que aún es la reina del bel canto romántico, en el que ejerce su magisterio desde hace más de tres décadas.

Gruberova sacó anoche toda la artillería que la hizo merecedora de ser la número uno entre las sopranos coloratura. Con un esplendoroso dominio del sobreagudo y una potencia vocal mantenida con el paso de los años, Gruberova convirtió el cierre de la primera parte del recital en una fiesta. Tras el descanso, la obertura de «Norma», de Bellini, un papel que ha incorporado a su extenso repertorio hace pocos años. Tras ella vino «Il pirata». Otra escena de locura, sobre el escenario y entre el público, con «Oh, s'io potessi... Coll' sorriso... Oh, sole, ti vela», y otro de los papeles que la hicieron célebre.

El maestro Haider llevó a su orquesta en volandas sobre la obertura de «Roberto Devereux», de Donizetti. Con las indicaciones de su director, la OFIL supo acompañar a la cantante con especial mimo y criterio. Con «E Sara...Vivi ingrato... Quel sangue», Gruberova echó el resto. Pero no lo hizo sola. Para darle la réplica, subieron al escenario la soprano Sandra López, el tenor José Ferrero y el barítono Michael Chioldi -Floria Tosca, Mario Cavaradossi y Scarpia, respectivamente, en la función de la ópera «Tosca» del próximo viernes.

Los fans de Gruberova no dejaron ni que la orquesta terminase de tocar. Con todo el público en pie, las ovaciones llenaron la sala. Los aficionados, entregados por completo a Gruberova -un joven de las primeras filas incluso le entregó un ramo de flores-, recibieron como regalo de la diva una cómica interpretación de «El murciélago», de Johann Strauss. Punto final a una noche histórica para la lírica en el Principado, de las que cuesta olvidar. Una velada que deja el listón muy alto para los siguientes conciertos de un ciclo que, cada año, acerca a los asturianos lo mejor de la música.