El ciclo de grandes conciertos del Auditorio recupera su vena más lírica con estrellas del canto que refuerzan la imagen de Oviedo como capital de la ópera y la zarzuela. El lunes se vivió con intensidad el primer homenaje de la temporada al instrumento por excelencia, en un momento en el que se superan polémicas sobre la jerarquía de los elementos del espectáculo operístico y se gana en equilibrio, en una línea de democratización de la lírica. Dicen que no es ya época de divos. Pero ¿qué papel tiene el cantante de ópera si no es el de transmitir sentimientos inmortales a través de la unión de la palabra y la música? Grandes obras y grandes voces. Todo amante de la lírica valora un buen papel vocal. Es imprescindible. Significa valorar la tradición y el arte, pero con la vista puesta en el futuro.

Edita Gruberova es una de las voces adoradas. Ha mantenido su presencia entre las ópticas actuales, con los cambios que experimenta hoy el mundo de la lírica. Un mundo en el que cada vez parece menos posible encajar fórmulas con presupuestos. Un lujo por tanto para Oviedo, en todos los sentidos, el recibir de nuevo a la diva.

No hay soprano de la quinta de Gruberova que se mantenga en tan alto nivel vocal. De ello volvió a dejar constancia la cantante, como lo hiciera en 2007, en el Auditorio ovetense. Gruberova sigue en activo interpretando títulos que forman parte de toda una vida dedicada a la ópera y en los que ha dejado su impronta. La soprano continúa con una salud vocal envidiable, paseándose tanto en escena como en recital. La eslovaca cuida una técnica y unas cualidades para el canto que, junto a su especialización en el repertorio, hacen posible seguir encendiendo pasiones.

Y vaya si las desató en su última visita a Oviedo. El público se volcó con la artista como pocas veces puede verse en los conciertos. Gruberova conquistó en un concierto de arias de ópera, reflejo de esa vida artística y, por lo tanto, de programa similar al presentado hace dos años. No fue éste ningún obstáculo para readmirar la capacidad y buen gusto de la cantante. Gruberova estuvo acompañada de nuevo por la orquesta «Oviedo Filarmonía», con la dirección de Friedrich Haider, quien conoce como nadie, ya sea al piano o frente a la orquesta, las exigencias y necesidades de la estrella. De esta forma, la orquesta se mantuvo atenta a la solista, sentando maneras en el repertorio romántico, a través del cuidado de las diferentes secciones de las arias. La formación fue equilibrada en contrastes y texturas, como en los solos de la flauta y del corno inglés. Una velada por tanto de éxito esperado, para dejar bien alto el pabellón en la inauguración del ciclo del conciertos del Auditorio de una ciudad particularmente lírica.

La obertura de la ópera «El empresario» de Mozart abrió el concierto, con una interpretación más rápida que el original, aunque actualizada. Sin embargo, el aria «Marten aller Arten» de «El Rapto del Serrallo», que estrenó la presencia de Gruberova en el escenario, sonó más lenta de lo habitual y sin el efecto del «accelerando» en la última parte del aria. Siguió en el programa Wolf Ferrari, en páginas inspiradas melódicamente, como fueron el Preludio e Interludio de «I quatro rusteghi» y la Obertura de «Il segreto di Susana». Al final de la primera parte podría decirse que empezó lo mejor, con «Il dolce suono-Spargi d'amaro pianto» de la «Lucia di Lammermoor» de Donizetti. Tras el descanso llegaron las cumbres, con la escena de la locura de «Il Pirata» de Bellini y el aria final de la reina de «Roberto Devereux», ópera de Donizetti. Como propina, Gruberova dejó un verdadero regalo, mostrando otra cara interpretativa con la Adela de «El murciélago», de Johann Strauss.

Así, Gruberova se destacó especialmente en el repertorio belcantista, haciendo gala de una potencia y pirotecnia vocales de impresión. La soprano lució su registro agudo, en comparación con el medio y sobre todo el grave, aunque fue muy destacable la agilidad vocal de la cantante, así como su línea de canto. Fue una Edita de bravura, con la interpretación de los diferentes roles que aderezó con diversos recursos expresivos, como la riqueza de matices y dinámicas, unidos a una elegante presencia sobre las tablas, sólo propia de las más grandes. ¡Brava, Edita!