No hay duda de que Oviedo Filarmonía tiene en Edita Gruberova una cómplice excepcional que la ha catapultado a algunos de los éxitos más impresionantes que haya obtenido una formación sinfónica española en el extranjero. Con una seguridad técnica apabullante, la formación que dirige Friedrich Haider se presentó en París y puso cinco veces en pie al público francés en una noche memorable en la que la gran diva Edita Gruberova, en estado de gracia, ofreció una actuación que pasará a la historia lírica de la capital francesa.

La expectación previa era enorme y los grandes periódicos nacionales franceses -«Le Monde» y «Le Figaro», entre otros- calificaban a la diva eslovaca como la gran leyenda del bel canto de nuestro tiempo en generosos artículos previos. De este modo, la agrupación de Oviedo fue protagonista del concierto lírico parisino de mayor importancia del otoño, en una velada en la que se ofreció el mismo programa con el que se abrió este año el ciclo de conciertos del auditorio Príncipe Felipe. Eso sí, le diferenciaba el precio de las entradas -en Oviedo, poco más de veinte euros las más caras; en París, a más de cien euros y con reventa a la entrada de la sesión que llegó a alcanzar los ciento cincuenta- y también el entusiasmo del público, que aplaudió más de media hora al término del concierto y obligó a Gruberova a ofrecer tres propinas. Los aficionados ya se pusieron en pie al termino de la primera parte, y volverían a ovacionar a la solista y a la formación en pie otras cuatro veces en el tramo final. Con tales ovaciones, la velada se prolongó casi una hora más sobre el horario inicialmente previsto.

El cariño expresado a Gruberova tuvo un calor inusitado y también se trasladó a la orquesta. De hecho los bravos fueron copiosos para Haider y la agrupación después de interpretar el preludio de «La revoltosa» de Chapí o una sensacional obertura de «Roberto Devereux» de Donizetti, que obligó a Haider a salir dos veces a saludar entre intensas ovaciones y bravos. Hacía muchos años, quizá demasiados, que Gruberova no actuaba en París. La diva escoge mucho sus actuaciones y no todas las ciudades tienen el privilegio de Oviedo, donde ha cantado tres veces en los últimos quince años. Mozart abrió la velada parisina y el aria endiablada «Martern aller Arten» de «El rapto en el serrallo» sirvió para que la Gruberova marcara el paso de lo que iba a ser el resto de la noche: excelencia vocal en unas interpretaciones únicas que la han convertido en referencia única del bel canto romántico. Haider fue modulando con inteligencia el programa, remansando al público con Wolf-Ferrari, interpretándolo con exquisitez -no en vano Oviedo Filarmonía ya es referencia en este compositor- para dejar paso a la monumental «escena de la locura» de «Lucia di Lammermoor» de Donizetti. Justo eso, la locura, fue lo que se desató a partir de ese momento. La primera parte del concierto se cerró con casi diez minutos de aplausos y el público en pie.

Después del descanso, Haider optó por incluir música española y sorprendió con el preludio de «La revoltosa» de Chapí, acogido también con fuerza. Dejó pasó Chapí a Bellini y su ópera «Il pirata», transición belliniana y preludio a la apoteosis final, con la obertura y la gran escena que cierra «Roberto Devereux» de Donizetti. Fue, al igual que sucedió en el concierto ovetense, el momento mágico de la noche, y que generó un nivel de júbilo impresionante. La emoción en la histórica sala de la Avenue Montaigne se desbordó, y el público colmó a la Gruberova de ramos de flores. Incluso le entregaron una placa acreditativa en la que se podía leer «Avenue Edita Gruberova». En respuesta, la soprano ofreció como primera propia «El murciélago», y ante las insistentes aclamaciones. «Linda di Chamonix» de Donizetti, e incluso se vio obligada a bisar «El murciélago» porque no había manera de frenar los aplausos.

Al término del concierto la satisfacción entre los músicos y los representantes de la orquesta era enorme por el éxito obtenido, refrendado por el hecho de que el director general del teatro, Dominique Meyer, felicitó a Haider, destacando la actuación de Oviedo Filarmonía como una de las «mejores que esta temporada ha actuado en el teatro». Teniendo en cuenta la cantidad y calidad del que es uno de los principales centros culturales de París, la afirmación tiene valor añadido. Entre los músicos sólo había una sensación de malestar, la ausencia de representación municipal en el concierto. Después de la imponente gira a Tokio, los músicos de la orquesta esperaban que a su debut en París acudiesen o bien el Alcalde o el concejal de Cultura. Una vez más fue un deseo que no se cumplió y que también llamó la atención de los responsables del teatro parisino.