L. S. NAVEROS

Priañes está enclavado en un lugar estratégico, entre los ríos Nora y Nalón. Cuando en 1998 se hizo público el proyecto de construcción de la autovía a Grado, el trazado previsto partía en dos el pueblo. Los vecinos se hicieron una piña, crearon la Plataforma Vecinal de Priañes y consiguieron, con sus movilizaciones, que el trazado se desviara y salvara el pueblo. Priañes se lo merecía: está situado junto a los meandros del Nora -declarados monumento natural y lugar de interés comunitario, en parte también por el empecinamiento vecinal- y ha estado habitado de forma constante desde, al menos, la Edad del Hierro. De ello da constancia el Picu'l Castro, un asentamiento castreño ubicado sobre una de las penínsulas fluviales que caracterizan este entorno.

A principios de esta década, la Consejería de Cultura se comprometió con los vecinos a hacer una excavación arqueológica del castro y a consolidar los restos de la muralla, de unos 30 metros de longitud, con una altura de uno a dos metros y un ancho de seis a ocho metros. Incluso, se planteó la posibilidad de hacer un centro de interpretación de la cultura castreña, aunque finalmente se optó por ubicarlo en Latores, cerca del expoliado y desaparecido castro de Llagú. En 2007, se habló de integrar este centro en una red, junto a castros como el de Priañes, y vincularlo al Museo Arqueológico. Nada de esto se ha hecho.

Esta semana, la concejala María Jesús Rodríguez, vecina de Priañes, una de las creadoras de la Plataforma Vecinal y representante del PP en el Consejo de Patrimonio, denunció el estado actual del castro, comido por la maleza. Lo hizo junto a su compañero de Corporación, el concejal de Urbanismo, Alberto Mortera.

Para llegar al castro, enterrado entre escayos, tuvieron que saltar alambres de espino y muros: el yacimiento está en una finca privada, de difícil acceso, y apenas ya se ve.

«La vegetación está afectando a la muralla, que es de piedra caliza colocada en seco, sin mortero, por lo que se desmorona fácilmente», señala Rodríguez. Mortera va más allá: «En 2007, anunciaron el centro de interpretación de la cultura castreña, vinculado al Arqueológico. Veintiséis meses después, el museo sigue cerrado, el castro de Llagú tiene sus piezas almacenadas en una nave industrial y la maleza está acabando con el de Priañes. Ésta es la política de conservación del patrimonio del Gobierno de Asturias. Vamos a pedir que al menos se haga una cata arqueológica y se consolide el muro».