Chus NEIRA

La primera vez que se escuchó cantar a «Tulsa» hicieron falta muchas explicaciones. Miren Iza, su cantante y principal compositora, venía de tocar el bajo y cantar en inglés en el combo de punk-rock vasco «Electrobikinis». Eso había sido a finales de los noventa. Después vino a Oviedo a cursar el Mir, se hizo crisálida y volvió a nacer con la piel de cantante de country-folk de colmillo retorcido (el de ahora, vaya) y en castellano. Lucinda Records editó en 2006 aquel debut, un puñado de canciones entre las que ya se encontraban algunas tan célebres como «Seguramente me lo merezco». El siguiente paso, al instante, fue el largo en Subterfuge, «Sólo me has rozado», donde Miren y los suyos (fundamentalmente los guitarristas Alfredo Niharra y Miguel Guzmán) insistían en hundirse en las raíces de la música americana, de un lado, y en el desajuste emocional en los textos, del otro, con relatos de pérdidas, separaciones, soledades y simas varias donde ahogar el corazón y la cabeza, dibujadas siempre con pulso de autor mayor.

La segunda entrega ha tardado algo más y ha llegado al tiempo de algunos cameos notables como el que Miren Iza hace en el último de Bunbury, con la versión del «Frente a frente» de Jeanette.

«Tulsa» insiste en este «Espera la pálida» en los mismos mimbres con los que había tejido su anterior repertorio, sólo que cimbreados aquí y allá hasta dejarlos en un esqueleto más esencial, difícil y raro. Parte de la culpa es del productor Karlos Osinaga («Lisabö»), que evita con acierto la brillante ligereza pop y refuerza el ahogo emocional de las canciones de «Tulsa». Pesa también la incorporación de Charlie Bautista, un motivo más (por su trabajo en este y en el otro proyecto), junto el de los conciertos que han dado juntas, para que se le emparente con la otra gran dama de la escena de aquí, la rubia eterna Christina Rosenvinge. Pero, que nadie se engañe, «Tulsa» va por otros derroteros.

Aunque en esta última versión haya elegido el camino más difícil, con el habitual disgusto para parte de sus seguidores, su voz, sus textos, y los guitarrazos siguen ahí. Mención especial merecen canciones como «Matxitxako» (de nuevo emparentando geografía física y emocional como ya hiciera en «Oviedo»), «Araña» (con Anari), «Algo ha cambiado para siempre» (un single mentiroso que no tiene que ver con el tono general de la grabación) o «Aniversario de boda» (country polvoriento levantado sobre los versos de Dylan Thomas). El postre, sólo disponible en la versión en vinilo o para descargárselo por internet, es «A mis brazos», una soberbia versión del «Into my arms» de Nick Cave. Espero, por el estremecimiento general de la audiencia, que la toque hoy, a las ocho y media de la tarde, en el teatro Filarmónica, en una de las actuaciones más esperadas de la programación de este año del ciclo Intersecciones de Cajastur. A ver si es verdad.