Á. FIDALGO / Ch. N.

Manolo Escobar triunfó ayer en Oviedo, con 78 años a sus espaldas, y con un público totalmente entregado que no se cansó de aplaudir y de corear las canciones que hicieron famoso al cantante de Almería. Las más atrevidas entre el público no se cortaron en levantarse ponerse a bailar siguiendo al cantante durante su espectáculo: «De Manolo a Escobar».

El Auditorio Príncipe Felipe fue una fiesta. Fiesta española. Manolo Escobar se presentó como «un español de a pie que canta, y dicen que canta bien». Acompañado por el pianista Guillermo Marín, y por el actor Marc Rosich, que hizo de presentador y de narrador, Manolo Escobar puso en pie un curioso espectáculo. Allí se mezcló el genero teatral, en el que se fue narrando la vida del cantante, con el musical, en el que el mito del pasodoble dio lo mejor de sí mismo.

Empezó recordando su infancia en un barrio obrero de Badalona, al que llegó desde la soleada Almería natal que todavía continúa añorando. «Barcelona yo te quiero» consiguió la primera gran ovación de la tarde. Por delante quedaban muchas más hasta pasadas las diez de la noche. «Pasodoble te quiero» y de forma muy especial el «Porompompero» lograron que el publico ya estuviera completamente metido en el escenario.

Si empezó tocando la vena sensible del público con la emigración, continuó hablando de las tres mujeres de su vida: Su madre, María del Carmen Escobar, de la que escogería su apellido artístico, para continuar con Anita, su mujer, y cómo no, su hija Vanesa.

El público rompió a aplaudir con las primeras notas de «Madrecita María del Carmen», e hizo lo mismo al inicio de la segunda parte de la actuación con «La minifalda».

Y cada dos o tres canciones el pianista erre que erre con las notas de «Mi carro», que Marc Rosich cortaba de plano. «La culpa de todo esto la tienen los periodistas listillos que siempre le pregunta a Manolo si por fin encontró su carro». Él también es periodista.

El cantante, ya cansado, se decidió a desvelar uno de los secretos mejores guardados de España. «Mi carro no existe, es como una entelequia». Todos quedaron pasmados.

Igual que cuando empezó a cantar el pasodoble «Ay que llueve», de inspiración asturiana, «Qué bonito es Badalona», de Serrat, o «Y nos dieron las diez», de Sabina.

Pero para finalizar volvió al repertorio que lo hizo famoso: «Viva el vino y las mujeres», canción de la que vendió seis millones de copias, «Entre flores, fandangos y alegrías», «Que viva España», coreada por los asistentes y que el cantante cerró con un «Que viva Oviedo», todavía más aplaudido, y para finalizar, como se esperaba: «Mi carro». ¡Otra! !Otra! y cantó «Sólo te pido». Un grande