L. S. NAVEROS

Armados de planos y alegaciones y llenos de alarma, los vecinos del pequeño núcleo de Vega, en el Cristo, están dispuestos a dar la batalla para que se retire el convenio del ámbito urbanizable del Cristo, que prevé ampliar la urbanización de Montecerrao con edificios de hasta 6 alturas hasta Latores, en una superficie de 347.000 metros cuadrados.

Los residentes, apoyados por los dos grupos de la oposición, PSOE y Asamblea de Ciudadanos por la Izquierda, piden que se mantenga el crecimiento urbano en esta zona tal como está previsto en el Plan General de Ordenación Urbana, retirando el convenio aprobado por el PP. «Se pasa de permitir la construcción de 558 chalés a autorizar la edificación de 847 pisos en edificios de 6 plantas de altura, sin tener en cuenta nada, ni la demanda real de vivienda en el municipio, ni los valores históricos, culturales y ambientales de esta zona», argumenta José Enrique Menéndez, residente en el entorno desde la niñez y experto en la historia de la parroquia.

Los vecinos temen por el tejo más que centenario que se levanta frente a la capilla de Santa Ana de Mexide, y destacan que esta capilla «ya fue salvada por el fallecido Joaquín Manzanares, porque en el primer plan de Montecerrao estaba previsto tirarla para hacer un vial».

Algunos vecinos, como Ana María González, Arturo García o José Gabriel Álvarez, son ya antiguos «combatientes» en la guerra contra el crecimiento urbano, pues se vieron afectados por el plan de Montecerrao. «Mi familia tenía una casería y 5.000 metros de prados con árboles frutales. Me quedó una parcelina donde hice una casa, y ahora todo vuelve a empezar», lamenta Ana María González. En el caso de José Gabriel García, que lleva toda su larga vida en la zona, ya perdió la casa familiar y el nuevo plan amenaza la vivienda heredada de su bisabuelo.

Pero la principal preocupación se centra en el bosque de Vega, una extensa arboleda autóctona que con el plan dará paso a edificios y viales. Carmen Fonseca destaca que se trata de un lugar completamente silvestre y natural situado a sólo media hora caminando desde Uría. «Es un valor que incluso se puede aprovechar como reclamo turístico. Debe revisarse el plan y alejar del bosque la edificación», propone.